Dilema del Gobierno


Por Rogelio A. Careaga, Ph.D. por la Universidad de Stanford

Las políticas y medidas que adopta cualquier gobierno, sea el nuestro o el de cualquier otro país, casi siempre benefician a algunos sectores de la población y pueden perjudicar o no afectar a otros. Por lo general, no todos los sectores tienen igual poder y los que tienen mayor poder se las arreglan para que el gobierno tome medidas que les sean favorables o, por lo menos, que no les afecten negativamente. 

Sin embargo, hay situaciones en que el interés general requiere la adopción de medidas que a corto plazo puede ser perjudicial para algunos sectores de la población, pero que a largo plazo beneficia a toda la población, inclusive a los perjudicados inicialmente. En estos casos el interés general debe servir de guía a los gobiernos.

¿Cuáles son estos casos? Podemos citar como ejemplos los casos de guerra, de grandes desastres naturales, de epidemias y de la pandemia que el mundo y nuestro país enfrenta en este momento. 

Sabemos que es casi imposible que un gobierno pueda dar gusto a todos a la vez. Nuestro gobierno ha tratado de mitigar simultáneamente el daño de la pandemia a la salud y el daño a la economía. Al comienzo de la pandemia puso énfasis en controlar el contagio. Con ese propósito impuso la cuarentena, el encierro en sus casas de la población, la suspensión de la prestación de los servicios de ciertos establecimientos comerciales, y la suspensión de clases presenciales en escuelas y colegios, como también el cierre de fronteras.

Pero la presión  popular, debido a la necesidad de la gente de salir a ganarse el sustento, le ha obligado a relajar las medidas restrictivas. Lo notable es que haga lo que haga el gobierno, la gente le cae encima. Si prohíbe ciertas actividades y el libre movimiento de personas porque dicha prohibición constituye la violación de garantías constitucionales.

si no prohíbe porque es inútil e incapaz de tomar decisiones. Parecieraque la población se ha acostumbrado a esperar todo del gobierno, sin parar mientes que le corresponde parte de la responsabilidad en la solución de los problemas. 

Tal vez ese hábito sea consecuencia de los muchos gobiernos autoritarios y paternalistas que hemos tenido a lo largo de nuestra historia. Esa costumbre de esperar que el gobierno lo resuelva todo, sin la colaboración de la ciudadanía dificulta la tarea del gobierno y puede  anular la efectividad de las medidas adoptadas.

En efecto, sin el cumplimiento de las recomendaciones de las autoridades sanitarias para prevenir el contagio es casi imposible erradicar el virus, pues echa por tierra los avances logrados. Si la  resistencia de la población a asumir su parte de la responsabilidad de proteger su propia salud se debe a la ignorancia o a un malentendido sentido de independencia o de rebeldía que se manifiesta en la expresión: a mi nadie me ordena, es materia de la psicología social. 

Lo cierto es que muchos de mis compatriotas no creen en la gravedad de la pandemia, ni toman en serio el peligro de muerte que representa el Coronavirus para ellos y para los demás. Salen de sus casas sin necesidad y sin tapabocas. Viajan a Brasil porque el precio de los pasajes ha disminuido bastante. Lo hacen  sabiendo que existen nuevas cepas muy contagiosas y letales del virus en ese país. No evitan aglomeraciones, festejan cumpleaños con parientes y amigos, y se quejan cuando el gobierno impone restricciones. 

Recientemente, como consecuencia del aumento exponencial del número de contagiados y hospitalizados y de la llegada de la Semana Santa, época en que la gente acostumbra viajar en forma masiva al interior del país, el gobierno se ha visto en la necesidad de prohibir los viajes e imponer una cuarentena parcial que incluye el cierre de comercios que no prestan servicios considerados esenciales, entre ellos los restaurantes. 

Como era de esperarse, los dueños de restaurantes, muy afectados por la imposición de la cuarentena, han manifestado su disconformidad con esa orden del gobierno. Lo han hecho como gremio con una publicación en ABC del 26 del corriente mes. Tal vez la nueva prohibición les ha tomado de sorpresa. Pues es  probable que el gobierno no se haya tomado la molestia de consultar con ellos previamente para buscar disminuir el daño y lograr consensuar la forma de proceder o de obtener algún tipo de compensación por las pérdidas que resultan del cierre de sus establecimientos.

Algunas medidas compensatorias podrían ser el otorgamiento de créditos blandos, alargamiento del plazo para el  cumplimiento de sus obligaciones con el fisco o subsidios para mantener a sus empleados y evitar mayor desempleo.

No obstante, conviene tener en cuenta que el problema que enfrenta el gobierno no se presta a soluciones fáciles, ya que sin la adopción de medidas estrictas no es posible derrotar al virus. Además, no siempre resulta posible consultar y tratar de consensuar medidas con los empresarios, especialmente en situaciones de urgencia como la actual que requieren decisiones inmediatas para disminuir el acelerado ritmo de propagación del virus. 

Con respecto a las consecuencias del cierre y apertura prematura de los comercios, las experiencias de países europeos y de varias ciudades de los Estados Unidos demuestran que cada vez que se relajan las restricciones y se permite la reanudación de las actividades económicas, surge una nueva ola de contagios, más abarcante y peligrosa que la anterior.

Pues, a medida que aumenta el contagio aumenta la posibilidad de mutación del virus. Alemania, Francia e Italia han tenido que volver a foja cero e imponer limitaciones a todo tipo de actividades. Alemania, actualmente, parece encontrarse en peor situación que los otros países europeos mencionados y ha impuesto el encierro o en inglés (lockdown) y otras medidas drásticas para contener la expansión. ¿Qué puede hacer nuestro gobierno para  que el contagio y número de muertes no empeoren?

En mi opinión, debe evitar adoptar medidas a medias, por ejemplo, la prohibición de viajar por semana santa  no incluye viajes al exterior. La gente cruza la frontera con Brasil, donde arrecia la pandemia  y, según informa el New York Times del domingo, 28 del corriente mes, el número de muertes es mayor a 300 mil y cada hora mueren 126 personas a causa del Covid19 y de las nuevas cepas. En cuanto a la prohibición de viajar al interior por semana santa, la medida es acertada, pero entró en vigencia en forma tardía, cuando ya mucha gente había viajado.

Teniendo en cuenta la imposibilidad de limitar la actividad económica por mucho tiempo y la resistencia de la población a acatar medidas preventivas, lo más importante que el gobierno debe hacer es redoblar esfuerzos para conseguir vacunas y vacunar a la población. Hasta que no se logre vacunar a un elevado porcentaje de la población, el gobierno debe prohibir los viajes a Brasil.

Otras medidas relativamente fáciles de aplicar son: prohibir la circulación en la vía pública sin tapabocas e imponer algún tipo de castigo como, por ejemplo, la detención por unas horas o multas a quienes no cumplen esa obligación. Multar a los comercios que permiten el ingreso a sus locales de personas sin tapabocas. Asimismo, debe prohibir las reuniones de muchas personas en lugares públicos, como los balnearios, playas y otros lugares donde normalmente acude mucha gente, no para trabajar sino para recrearse.  Igualmente debe buscar la forma de inducir a la gente a permanecer en sus casas y salir solo en caso de necesidad. 

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