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Por Osvaldo Bergonzi
Cuando hice revisar mis originales de BERNARDINO CABALLERO EL AUTENTICO, LIBRO PRIMERO, recibí una recomendación de eliminar una exposición tan larga y valedera por cierto. Pero si se trataba de la biografía del Mariscal. Sin embargo, el objeto de mi trabajo no era el Mariscal, sino seguir la trayectoria guerrera del general Bernardino Caballero. Una vez eliminada esa parte entregué el documento a mi prologuista el ingeniero, Carlos romero Pereira. Pero hoy, el mismo prologuista me dijo que faltaba la respuesta del Mariscal al artículo escrito por mí respecto a esa famosa carta, quizá de las pocas en su género en el mundo. Lamentablemente no encontré en mi disco duro. Removí mi escritorio y encuentro otro disco. Y vaya suerte allí estaba todavía la parte extraída pero con nuevo nombre de archivo. Y con el nombre cambiado también encontré en el nuevo disco. Siempre digo que para los que pisamos media docena o más décadas estas cosas parecen de marcianos. He aquí el material original y la posterior respuesta del Mariscal:
Los combates del 6, 11 y 21 de diciembre dejaron a lo aliados exhaustos. Por parte baja debieron perder como mínimo 25.000 hombres dado que los atacados perdieron cerca de 7.000. Y es bien sabido que luego del desembarque aliado en San Antonio el Mariscal contaba con 15.000 efectivos, incluido ancianos y niños. Y los atacantes siempre mueren en una proporción en campo raso de 2×1. Pero en este caso el 21 de diciembre de 1868 debieron trepar tres terrazas para llegar al puesto de comando del Mariscal. Y éste con buen criterio ordenó carga de metralla en sus cañones para recibirlos en los desfiladeros de cada terraza. Así llamo. terrazas, al escenario pues estuve en dos ocasionen allí y recién en el lugar de los hechos comprendí en forma cabal el relato del testigo presencial, entonces mayor, Juan C. Centurión.
Para cuando el Mariscal recibe la intimación el 24 de diciembre, el hedor de los muertos era insoportable pues lo afirman autores del enemigo y los nuestros. A pesar que el enemigo al efecto de evitar pestes o una desmoralización generalizada retiró una multitud de cadáveres en la noche del 21 y madrugada del 22 para impedir que su tropa vea el triste espectáculo. Cavaron fosas y los enterraron y a los demás le echaron fuego o los tiraron al río. La desolación fue completa. Y quizá así se comprenda mejor al coronel inglés, George Thompson cuando afirma que si no librábamos las batallas de Ytororó y Avay el Paraguay pudo destruir al ejército enemigo que por muy numeroso no estaba en condiciones de vencer a 15.000 efectivos trepando 300 metros de altura, distancia desde Angostura hasta Itayvaté. Necesitaba una proporción mínima de 3×1 o 4×1 que no la tenía y para colmo de males el Marqués de Caxias se niega a emplear las tropas del General argentino, Juan Andrés Gelly y Obes, en número de 10.000 hombres. Además, en filas aliadas servían esclavos manumitidos acostumbrados a los azotes y a correr, es decir, la peor tropa que se pueda tener. Además ya asumió la presidencia, Domingo Sarmiento, en Argentina, y ya venía el sucesor de Gelly, hermano del antecesor del nuevo presidente. Sarmiento era ducho como político. Además sabía que Gelly era un CERO a la izquierda.
Así se comprende mejor porqué los brasileros recordaban a Diciembre de 1868 como la Dezembrada. Allí debieron morir como mínimo 35.000 aliados dado que los paraguayos perdieron la totalidad de su ejército de 15.000 hombres. Y no como consigno en mi libro EL CÍRCULO DE SAN FERNANDO con una cifra menor. Es decir, si en las lomas Valentinas se los esperaba con esa dotación a que se refiere Thompson es muy posible que la guerra siguiera un curso difícil de imaginar o hasta la suscripción de una paz dado que tanto en Buenos Aires como en Río de Janeiro ya pedían la destitución de los respectivos gobiernos y la madres clamaban por la paz. Así, de pronto el terror cunde y el arrogante pero valiente Marques de Caxías le pide auxilio a Gelly y Obes. Pero éste inexplicablemente recomienda una nota de intimación de rendición lo cual sorprende al Marqués quien se ve obligado a aceptar. Algunos dicen que Gelly lo hizo por su progenitor paraguayo, de evitar más muertes. Otros afirman que lo hizo por cobardía. Nunca había participado en jefe en una batalla y ahora debía ocupar un lugar peligroso. Lo cierto es que las cifras eran cuantiosas y la tropa ya no tenían el mismo espíritu que cuando desembarcó en San Antonio.
Por otra parte, el Paraguay tenía CERO de deuda externa y los aliados montaban juntos más de 20 millones de libras esterlinas. La tropa argentina referida contaba en sus filas entre 3.000 a 4.000 mercenarios europeos pagados puntualmente. Esto cuesta dinero sin contar con la manutención. Uno de ellos dejó un recuerdo que no tiene valor alguno salvo la prueba de la existencia de un ejercito mercenario por la negación de las provincias interiores de Argentina de enviar tropa alguna contra el Paraguay.- Ordénenos pelear contra el Brasil – exclamaba López Jordán – contra el Paraguay nunca. Esta es la razón por la cual Caxias pide auxilio. Y cuando más tarde el sucesor de Gelly y Obes, Emilio mitre, le reclame al brasilero por haber sacado sus tropas del Potrero Mármol el Marqués no atina a decir nada pues no puede confesar que luego de la batalla del 21 de diciembre y las escaramuzas que le siguieron hasta el 23 de dicho mes casi habían aniquilado a su ejercito de 40.000 hombres desembarcados en San Antonio el 4 de diciembre y librado las batallas de 6, 11, y 21 de diciembre. Hasta los cronistas brasileros confiesan que no había lugar en los hospitales y los heridos morían desangrados o de infección. Es ante esta triste realidad que nace la idea de la intimación. Debían ganar tiempo y esperar refuerzos por llegar. Por su parte, la tropa, la carne del cañón, suponía o soñaba que el Mariscal debía comprender y rendirse, Mucha expectativa había en el campo aliado cuando se esperaba la respuesta del Mariscal. He aquí la misma:
“El Mariscal Presidente de la República del Paraguay debiera quizá dispensarse de dar una contestación escrita a SS.EE los señores generales en jefe de los ejércitos aliados, en la lucha contra la nación que preside, por el tono y lenguaje inusitado e inconveniente al honor militar y a la magistratura suprema con que SS.EE han creído llegada la oportunidad de hacer”.
“Intiman deponer las armas en el término de doce horas, para terminar así una lucha prolongada, amenazando echar sobre mi cabeza la sangre ya derramada y que aun tiene que derramarse si no me prestase a la deposición de las armas, responsabilizando mi persona ante mi patria, la naciones que VV.EE. representan y el mundo civilizado. Empero quiero imponerme el deber de hacerlo, rindiendo así holocausto a esa misma sangre generosamente vertida por parte de los míos y de los que los combaten, así como el sentimiento de religión, de humanidad y civilización que VV.EE. invocan en su intimación”.
“Estos mismos sentimientos son precisamente los que me han movido, a más de dos años, para sobreponerme a toda la descortesía oficial con que ha sido tratado el elegido de mi patria. Buscaba en Yataity Corá, en una conferencia con el Excmo., Señor General en Jefe de los Ejércitos aliados y Presidente de la República Argentina, Brigadier General don Bartolomé Mitre, la reconciliación de cuatro Estados soberanos de la América del Sur que ya habían principiado a destruirse de una manera notable”.
“Sin embargo, mi iniciativa, mi afanoso empeño, no encontró otra contestación que el desprecio y el silencio por parte de los gobiernos aliados. Desde entonces vi más claro, la tendencia de la guerra de los aliados contra la existencia de la República del Paraguay deplorando la sangre vertida en tantos años de lucha. Así he puesto la suerte de mi patria y de sus generosos hijos en las manos del Dios de las naciones, combatiendo con la lealtad y conciencia con que lo he hecho y estoy todavía dispuesto a continuar, hasta que ese mismo Dios y nuestras armas decidan la suerte definitiva de la causa”.
“VV.EE. tienen a bien noticiarme el conocimiento que tienen de los recursos que actualmente puedo disponer creyendo que yo también pueda tenerlo de la fuerza numérica del ejército aliado y de sus recursos cada día creciente. Yo no tengo ese conocimiento. Pero tengo la experiencia de más de cuatro años; la fuerza numérica y esos recursos nunca se han impuesto a la abnegación y bravura del soldado paraguayo que se bate con la resolución del ciudadano honrado y cristiano, que abre una ancha tumba en su patria antes que verla ni siquiera humillada”.
“VV.EE. han tenido a bien recordarme que la sangre derramada en Ytororó y Avay debiera determinarme a evitar aquella que fue derramada el 21 del corriente. Pero VV.EE. olvidan sin duda que esas mismas acciones pudieron de antemano demostrarles cuan cierto es todo lo que pondero en la abnegación de mis compatriotas y que cada gota de sangre que cae en la tierra, es una nueva obligación para los que sobreviven. ¿Y ante un ejemplo semejante ,mi pobre cabeza, acaso pueda arredrarse de la amenaza tan poco caballeresca, permítaseme decirlo, que VV:EE. Han creído de su deber notificarme”?
“VV.EE. no tienen el derecho de acusarme ante la República del Paraguay, mi patria, porque la he defendido, la defiendo y la defenderé todavía. Ella me impuso ese deber y yo me glorifico de cumplirlo hasta la última extremidad que, en lo demás, legando a la historia mis hechos, solo a Dios debo cuentas. Y si, sangre ha de correr todavía “EL” tomará a aquel sobre quien haya pesado la responsabilidad”.
“Yo por mi parte, estoy hasta ahora dispuesto a tratar de la terminación de la guerra sobre bases igualmente honorables para todos los beligerantes. Pero no estoy dispuesto a oír una intimación de deposición de armas. Así, a mi vez, e invitando a VV.EE., a tratar de la paz, creo cumplir un deber imperioso con la religión y la civilización por una parte, y lo que debo al grito unísono que acabo de oír de mis generales, jefes, oficiales y tropa a quienes he comunicado la intimación de VV.EE. a la par de mi propio honor y mi propio nombre”.
“Pido a WW.EE., disculpas de no citar la fecha y hora de la notificación, no habiéndolas traído y fue recibida en mis líneas a las siete y media de esta mañana. Dios guarde a VV.EE. muchos años. Firmado: FRANCISCO SOLANO LÓPEZ”