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El movimiento conocido como MAGA, iniciales de (Make America Grat Again) que reúne a los seguidores de Donald J. Trump, no es un movimiento criminal, pero su líder, mental y emocionalmente trastornado por su derrota en las elecciones recientes, parece haberse convencido a sí mismo que ganó las elecciones.
De tanto repetir con vehemencia y convicción esa gran mentira logró convencer a un gran número de sus seguidores que hubo fraude en las elecciones.
En consecuencia, apoyado por algunos representantes y senadores, trató por todos los medios de anular el resultado de las elecciones. Presionó a gobernadores republicanos y a las autoridades responsables de certificar el resultado de las elecciones en sus Estados, para que declaren que hubo fraude y para encontrar, mejor dicho fabricar, los votos necesarios para convertirlo en ganador. Estas personas, aun siendo Republicanos, resistieron la presión del presidente y se negaron a violar su juramento constitucional.
Trump, también recurrió a los tribunales y realizó demandas en 61 juzgados alegando que hubo fraude. Las 61 demandas fueron rechazadas por falta de pruebas, en algunos casos por jueces republicanos que el mismo había nombrado.
Último Intento de Trump para Impedir el Traspaso Democrático del Mando.
El 6 de enero, fecha en que ambas cámaras del Congreso se habían reunido para contar los votos de los miembros del Colegio Electoral, una gran turba irrumpió violentamente en el Capitolio y se apoderó de la sala de reunión del Congreso.
El objetivo era prevenir que el Congreso declare oficialmente a Joe Biden ganador de las elecciones y presidente electo. Según Trump, Biden había ganado las elecciones solo mediante fraudes, y por tanto se convertiría en presidente ilegítimo. ¿De dónde provino esa multitud que tomó por asalto el Congreso? Trump los había convocado a Washington para ese día. En respuesta al llamado de su líder, una gran masa de sus seguidores, procedentes de distintos Estados de la Unión, se reunieron en esa ciudad en la mañana del día 6.
Antes de la marcha hacia el Capitolio y del asalto a ese recinto, Trump, su abogado personal, Rudy Giuliani, y el hijo de Trump se dirigieron a la masa congregada. Con discursos y arengas habían conseguido excitar los ánimos de la muchedumbre y los exhortaron a no permitir que le arrebatan la victoria que legítimamente les correspondía. Para eso era necesario ir al Congreso a impedir que Joe Biden sea proclamado oficialmente presidente electo.
Después del atraco al Capitolio, Trump negó haber incitado a sus seguidores a cometer actos de violencia. Pero sus discursos quedaron grabados, y la diputada republicana, Liz Cheney, tercera en rango en la Cámara de Representantes, declaró a Trump como el principal culpable de la insurrección. Su declaración no fue pura retórica ya que seguidamente demostró con acción la congruencia entre lo dicho y lo hecho.
Ella fue uno de los pocos congresistas republicanos que votaron con los Demócratas a favor del juicio político. Su declaración merece ser reproducida verbatum porque refleja indignación y su lealtad, no a su partido, ni a una persona, sino a la Constitución a la que juró defender.
El Presidente de los Estados Unidos convocó y congregó a la turba y prendió la llama deeste ataque. Todo lo que ocurrió después se debe a lo que él hizo. Nada de todo esto hubiese ocurrido sin el Presidente. El Presidente pudo haber intervenido en forma inmediata y , enérgica para poner fin a la violencia. No lo hizo. Nunca ha habido mayor traición de un Presidente de los Estados Unidos a su cargo y a su juramento a la Constitución.
Por fomentar la insurrección, Trump quedará marcado para siempre como el único presidente, en toda la historia de Estados Unidos, sometido dos veces a juicio político. El juicio tendrá lugar después del 20 de enero, fecha en que Joe Biden asume la Presidencia de los Estados Unidos.
Nota, la traducción de lo que dijo Liz Cheney es propia.