Por Cándido Silva
En el Hospital de Barrio Obrero, el mayor establecimiento de referencia sanitaria de Asunción y alrededores, la salud “de los pobres” es atendida por un ejército de jóvenes recién graduados, inexpertos, que a diario lidian animosamente con casos leves a moderados, que cuando se tornan severos y graves, ellos sencillamente se extravían, no saben para dónde disparar.
Mientras, los especialistas, aquellos profesionales con años de conocimientos y experiencia acumulada, se regodean en la comodidad de sus consultorios privados, pese a que perciben interesantes remuneraciones del Estado para poner su sapiencia al servicio de la salud “de los pobres”.
Estos titanes de la medicina tendrían que por lo menos una mañana o una tarde a la semana concurrir al hospital para enterarse en terreno de los casos más complejos y proponer cursos de acción para aliviar, estabilizar o sanar al paciente, como también estar atentos en todo momento para cuando se produzcan emergencias graves. En teoría concurren y están atentos las 24hs aunque la realidad puede ser diametralmente diferente.
Fui infectado por el virus transmisor del dengue, hará unos 22 días, una cepa aparentemente nueva, no hemorrágica, que sin embargo causa devastación en el organismo y en lo que a mi respecta se ensañó con mis intestinos, perdí la capacidad de dormir y el apetito, con el agregado de agudos dolores en la rodilla derecha. El dengue ya se había despedido pero dejó su nefasto “legado”.
Soy una persona desempleada, insolvente, que subsisto gracias a los modestos ingresos de mi consorte, modista de oficio. Ejemplos similares se cuentan por decenas de miles en la extensa y superpoblada zona de influencia del populoso hospital. Pobreza rayana a la miseria, sufrimiento, llanto, necesidad y decepción, se cuentan a montones en las salas, pasillos e inmediaciones del nosocomio de los desheredados y desposeídos.
Tal vez este aporte sirva de punta de lanza para limar esas imperfecciones, irregularidades, omisiones y vacíos que penosamente persisten y empañan el capítulo social de superior importancia y trascendencia en la estructura del Estado: la salud pública.
¡Salus populi suprema lex est! Que los políticos ricachones en función de poder desvíen de tiempo en tiempo sus “delicadas y sensibles” miradas hacia el infierno de padecimientos que sufren los pobres cuando caen enfermos de gravedad.
Voy de nuevo a reposar; mi cuerpo demolido me concedió esta breve licencia, de la que no pienso abusar, para redactar el artículo.-
Sr. Cándido Silva, le felicito por llamar la atención, con su excelente artículo, sobre la situación de salud de los pobres. Desde niño he sido consciente del contraste entre el derroche de dinero por miembros de una casta privilegiada que se daban el lujo de consumír costosas bebidas alcohólicas importadas y la precaria situación del antiguo Hospital de Clínicas. Lo que nos informa sobre lo que ocurre en el Hospital de Barrio Obrero merece la inmediata atención de las autoridades. Ojalá algunos médicos con experiencia le escuchen y contribuyan algunas horas de su tiempo para mejorar el servicio de atención de ese hospital. Deseo que su salud mejore y se recupere pronto de las secuelas del dengue.
La solución es que se obligue a los médicos especialistas de las diferentes áreas del hospital a que honren los buenos salarios que le paga el contribuyente, haciendo presencia activa, como bien lo dijo en su escrito el Sr. Silva, por lo poco una mañana o una tarde a la semana y estar siempre alertas para acudir rápidamente cuando se los convocare de urgencia. Ellos deben entender que su desempeño se verifica en dos ámbitos: el privado y el público, y si en este último segmento no pueden o no quieren hacerlo con eficiencia y responsabilidad, deben renunciar de inmediato a sus remuneraciones del Estado. Es un crimen de lesa humanidad jugar con la salud de la gente pobre..