Por Cándido Silva
Desviadamente debemos admitir, aunque duela, que el futuro inmediato del Paraguay es cada más incierto. Resulta irónico y patético que en vez de avanzar reculamos por obra y gracia de gobiernos ejercidos por individuos incompetentes, antipatriotas y venales.
Ocurre que quien asume la titularidad del Ejecutivo y sus cercanos colaboradores, vislumbran el interés nacional en función a sus ambiciones particulares y grupales. “Hago lo que conviene a mí y a mi gente. Si esas acciones también benefician al país y sus habitantes, ¡enhorabuena!”. La frase en negritas refleja con certeza el pensamiento no exteriorizado, lógicamente, de la generalidad de los mandatarios, que entrevén el poder cual patente de corso dirigida a cimentar prosperidades económicas privadas, intimidar y doblegar a los adversarios y enemigos, y regocijarse con el usufructo del mando constitucional.
Enfocando la realidad actual, vemos, al menos yo, a un presidente de la república cargado de buenas intenciones, pero inepto, de frágil carácter, maleable y de personalidad desteñida. Lo secunda un vicepresidente camandulero summa cum laude, que en nada lo apoya y asiste en la misión de acercar a la nación progreso igualitario e incluyente.
Para cumplir una buena administración, no basta con los sanos propósitos del jefe de Estado. Es indefectible que los escogidos por él para acompañarlo en la gestión gubernativa comulguen con sus ideas y designios, aportando hechos fructíferos desde sus respectivos puestos, siempre enmarcados en la política oficial diseñada por el número uno.
El contorno en que se desenvuelve Mario Abdo dista miriámetros del escenario óptimo que potabilice emprendimientos de bien común, realizaciones que condigan con las promesas proselitistas y justifiquen el crédito del electorado que en mayoría votó a la propuesta política victoriosa.
El escandaloso affaire Itaipú terminó por desnudar públicamente las limitaciones, torpezas, desatinos e impericia de un ciudadano insulso pero tenaz que desprovisto de fisonomía de estadista y perfil demagógico, sin embargo logra ganarse la candidatura de la ANR para luego volcar las urnas nacionales a su favor.
No soy pesimista, tampoco optimista, y menos aún iluso. Soy objetivo, pragmático, y percibo la situación con visión neutral, procurando atisbar y aislar los aciertos de los deslices, para así bosquejar un cuadro que represente con alguna fidelidad el presente y el porvenir de la gestión Abdista.
La salida de dos pesos pesados, José Alberto Alderete de la Binacional Itaipú y Luis Castiglione de la Cancillería, en ese orden de importancia, como consecuencia directa de la escabrosa negociación energética con el Brasil, desafortunadamente no prosiguieron con el despido de otros/as protagonistas estelares resistidos con persistencia y legitimidad por la sociedad en su conjunto, excepto por los respectivos subalternos, satélites y deudores.
Es imperativo que el señor Abdo introduzca cambios drásticos en su gabinete ministerial y demás reparticiones. Que no se obstine en sostener a los impresentables por las subjetivas razones de que los aprecia y gozan de su confianza. En el país abundan los compatriotas talentosos, idóneos y honorables, incluso dentro del propio Partido Colorado, que bien podrían ser convocados para contribuir con sus conocimientos y experiencia a la búsqueda del desarrollo integral.
Ciertamente, no podrá desprenderse de Hugo Velázquez ni de determinados senadores y diputados “aliados”, pues sus cargos son independientes de las atribuciones del primer mandatario. Empero, con depurar las Secretarías de Estado, organismos autónomos y dependencias burocráticas recaudadoras, nombrando al frente a personalidades respetables, habrá dado un gigantesco paso en pro de la redención de su desprestigiado gobierno.
El movimiento Honor Colorado, antagonista partidario de Colorado Añeteté, ha tendido una tabla salvadora provisoria al presidente. Por voluntad de su líder, Horacio Cartes, Abdo permanece en el poder, y tendría que aprovechar al máximo esa circunstancia propicia para enderezar rumbos y empezar a regir atento a las necesidades y expectativas de la comunidad paraguaya.
La amenaza de Juicio Político continúa latente. Es probable que se reactive y culmine el proceso por discrepancias con el aliado interno ocasional, el Cartesismo, o debido a recurrentes insensateces y anomalías en el desempeño de la presidencia. De modo que Abdo se ve en la encrucijada de custodiar dos flancos opuestos: las exigencias de Cartes y su equipo, por un lado, y los reclamos y demandas de la ciudadanía, por el otro. De su cintura política y perspicacia penderán los próximos cuatro años de mandato, si es que llega al 2023.-