Por Cándido Silva
En un país donde las “instituciones” de la corrupción y la venalidad dominan discrecionalmente los poderes del Estado desde los tiempos del general Alfredo Stroessner, deviene estéril pretender debatir educadamente en torno a las lacras que asolan a la función pública, debido a que el “sistema de saqueo de las arcas oficiales” se halla tan reciamente encajado en la estructura gubernativa que intentar desmantelarlo suena a fantasía, a mera ilusión, a designio extraterrestre.
La descomposición y la perversión del noble arte de la política toma impulso, se asienta y consolida durante los sucesivos mandatos de Stroessner, militar que con ponderada astucia se compra las lealtades de los máximos dirigentes del coloradismo, de la oposición complaciente y de los altos mandos castrenses, distribuyendo apetitosos cupos de enriquecimiento ilícito para así acallar disensos y silenciar conciencias.
El derrumbe del autócrata no supuso el desbaratamiento de su sagaz creación, dado que ya en el curso de la “noche de la Candelaria” y en los días subsiguientes a la asonada, los nuevos dueños de la situación se apropiaron de enormes cantidades de dinero en efectivo y patrimonio del Estado, cual botín de guerra que con “legitimidad” se ganaron los “libertadores” por “redimir a la patria amada de las garras del tirano”, según afirmaban los voceros de la sublevación armada.
Hoy día, el “sistema de saqueo de las arcas oficiales” continúa, en líneas generales, gozando de envidiable salud, pese a los achaques y malestares menores ocasionados por la prensa y las redes sociales, que de un tiempo a esta parte se coaligan para desenmascarar y denunciar a mandatarios, magistrados, legisladores y burócratas acusados de prostituir el fisco en aras de provechos personales y en desmedro de la nación y sus habitantes.
Frente a esa infecta circunstancia cuyos orígenes se remontan a mediados de los años 50 del siglo pasado, emerge la figura del senador Paraguayo Cubas, un abogado residente en el Alto Paraná, que incursiona en política con el firme propósito de posicionarse en un cargo electivo que lo habilite a desarrollar una agenda particular heterodoxa, sui géneris incluso, orientada a combatir frontalmente y sin ambivalencias a sus colegas y demás sujetos inescrupulosos implicados en defraudaciones, desfalcos, abuso de poder y latrocinios diversos en círculos del Estado.
Ciertamente riñen con la urbanidad las actitudes y locuciones del senador Cubas. No obstante, buscar vía diálogo templado y respetuoso ahuyentar o por lo menos atenuar la rancia pero siempre vigente práctica de acumular ostentosas fortunas a expensas del esforzado contribuyente, resulta vana, intrascendente, llevando en cuenta que el comedimiento al enunciar las censuras ha fracasado estrepitosamente; es más, envalentona a los inmorales y los alienta a no apearse de la senda del delito.
No comulgo con el “método Cubas”. Pero, consulto: ¿las alternativas civilizadas arrojaron resultados positivos en el empeño por erradicar o aliviar el gangsterismo en las dependencias oficiales? La respuesta es un rotundo NO. Entonces, ¿de que opciones cristianas dispone la población estafada por sus supuestos servidores? La justicia, dirán algunos. Tampoco, replicarán otros. Qué embrollo sin salida, afirmará el resto.
Tal vez, solo tal vez, en la próxima legislación mayor se introduzca la Revocatoria de Mandatos, un recurso constitucional ineludible para liberar al país de representantes despreciables. Entretanto, qué hacen los honestos y laboriosos ciudadanos. Perseverar con la retahíla de rapapolvos por el Facebook y el Twitter. Marchar y aglutinarse en las céntricas arterias portando pancartas y pronunciando ásperas soflamas. Está visto que ambas fórmulas no alcanzan, los resultados son insuficientes. Se requiere una técnica persuasiva y aplastante, que no admita segunda intenciones ni se escude en ambigüedades.
El “método Cubas”, aunque no el mejor ni el deseable, sin embargo es, por ahora, el único que despierta a esa fracción ciudadana dormida en la molicie del conformismo. El citado senador inflama los sentimientos populares. Moviliza a la gente. Les insta a desechar la resignación, la paciencia y la abulia. Les exhorta a emprender unidos la batalla contra el libertinaje que arruina la hacienda nacional.
Aquellos legisladores, jueces y fiscales probadamente honorables y patriotas también tendrán que desde sus respectivas esferas de acción aunar voluntades y añadir fortalezas en pro de extirpar definitivamente del país los carcinomas de la corrupción y la venalidad.
Paraguayo Cubas es un pionero, un atrevido transgresor, un hombre resuelto que con sus tácticas iconoclastas apunta a todo trance restituir la soberanía de la decencia y la virtud en la administración pública.-