Por el Dr. Andrés Humberto Zaracho
Un día como hoy, el 7 de marzo de 1947 –hace 69 años- se produjo el criminal atraco al Departamento Central de Policía. Al dar la campanada de la Iglesia Catedral los diez repiques de aquella mañana una treintena de hombres que se hallaban en el Bar “Ideal”, ubicado en la calle Alberdi y Presidente Franco, se pusieron en apresto. Estaba al mando del grupo el Capitán de Corbeta (R) René Speratti, y le secundaban los oficiales retirados Mayor Palmieri, Tenientes Balbuena y Nery Rolón, y el Inspector de policía Alfredo Benítez: también estuvieron los jóvenes Juan G. Granada, Carlos Heisecke Montero, Orlando Ottaviano, Aristídes Parodi y Ricardo Franco. Todos pertenecían al Movimiento denominado Concentración Revolucionaria Febrerista (CRF) que respondía al ex presidente Cnel (R) Rafael Franco.
El grupo tenía por misión:
· Atracar el Departamento Central de Policía, la cual, una vez tomada le sería entregada al Mayor Juan Martincich, como nuevo Jefe de Policía
· Atacar la Escuela Militar debiendo apresar a su comandante el Teniente Coronel Carlos Montanaro,
· Apresar al Presidente de la República General Higinio Morínigo y a los Ministros colorados
· Sublevar a los efectivos de la Marina de Guerra, y
· Propagar la rebelión contra el gobierno en las demás Unidades militares.
El plan de operaciones (PO) de los subversivos fue elaborado por el mayor (R) Elide Báez. Conforme al proyecto los sediciosos llegaron frente al portón de la sede policial en dos camiones. Al grito de “Viva el coronel Franco” los treinta hombres armados con fusiles, ametralladoras livianas y pistolas automáticas, atacaron la Oficina de Guardia hiriendo de gravedad a varios agentes del Orden que se hallaban desarmados, como también a algunos civiles, hombres y mujeres, que estaban realizando gestiones para obtener sus documentos de identidad. Continuaron atacando contra las diferentes oficinas produciéndose un intercambio de disparos con los agentes policiales.
Un grupo de atacantes se dirigió sin vacilar al despacho del Jefe de Policía Mayor Rogelio R. Benítez, con el propósito de asesinarlo. Uno de ellos, de nombre Norlan Norrone, disparó desde la ventana ubicada sobre la calle Chile una ráfaga de su pistola ametralladora que hirió de gravedad en el brazo izquierdo al Mayor Benítez. Este fue auxiliado de inmediato por su ayudante el Teniente Tiburcio Bogado (h) y la empleada Otilia Ferreira, quienes le practicaron los primeros auxilios. Al ser trasladado de urgencia al Hospital Militar caminando por sí solo –sin permitir que se le ayudara- llegó hasta la sala de cirugía donde cayó desvanecido por el enorme esfuerzo realizado. Fue intervenido de inmediato por el doctor Pedro de Felice, quien no tuvo otra alternativa que amputarle el brazo lesionado.
Mientras tanto, otro grupo se dirigió a la oficina del Jefe de Orden Público Capitán (R) Antonio Oddone Sarubi quien logró escapar del ataque y, presuroso, llegó al Batallón de Seguridad de donde regresó con refuerzos para enfrentarse a los atacantes. Al mismo tiempo, un tercer grupo se dirigió a la Dirección de Investigaciones ubicada sobre la actual calle El Paraguayo Independiente, cuyo jefe el señor Ricardo Brugada Doldán consiguió escapar por el portón que da a la citada arteria. En la plaza Constitución reunió a algunos soldados y guardias de la Cárcel Pública, y retornó a la sede policial.
Un cuarto grupo capitaneado por el Mayor Palmieri, y el Teniente Balbuena intentó apoderarse de la Escuela Militar; empero, mediante la inmediata reacción de su Comandante, se logró dominar la situación lo que hizo posible la rendición y captura de los maleantes.
Otro quinto grupo se aproximó hasta el Palacio de Gobierno pero, al producirse los disparos en la Policía y la Escuela Militar, les dominó el pánico y huyeron del lugar. Por su parte, el Ministro del Interior y de Justicia y Trabajo don Víctor Morínigo, al escuchar los primeros disparos, se dirigió raudamente al Palacio de Gobierno. Una vez allí, junto con el Presidente, se dirigieron a la Prefectura General de Puertos desde donde el general Morínigo dispuso inmediatamente el dispositivo de defensa.
Luego de un intenso combate que duró unos sesenta minutos al final los subversivos fueron dominados por las fuerzas militares. Los agentes del Orden realizaron un rastrillaje batida en el área logrando apresar a varios complotados; entre los mismos estaban los Mayores (R) Juan Martincich, Elide Báez y Alejo Guanes, el capitán Solano Mendoza, el señor Germán Soler (ex canciller del gobierno franquista) y otros civiles. El criminal ataque perpetrado contra la seguridad y el orden constitucional dejó como saldo siete muertos y varios heridos.
El gobierno nacional adoptó con rapidez las medidas conducentes a mantener vigente el orden constitucional. El mismo día designó como Jefe de Policía Interino y como Jefe de Plaza a los Coroneles Raimundo Rolón y Emilio Díaz de Vivar, respectivamente.
Al día siguiente 8 de marzo el diario La Razón, dirigido por el dirigente colorado don José D. Miranda, publicó bajo el título de “Bandas de febreristas y comunistas realizaron un atraco vandálico al Departamento Central de Policía” lo siguiente: “…El atraco de ayer es la culminación de cinco meses de campaña política demagógica, de desenfreno verbal, de amenaza abierta, de la exaltación del crimen y de la incitación al asesinato. La responsabilidad va más arriba de los autores materiales, alcanza hasta quienes desde posiciones rectoras de la opinión pública dieron su anuencia a ese sistema político exótico en connivencia indudable con el comunismo apátrida, cuyos procedimientos han puesto en ejecución en el país. Era desde luego un secreto a voces que los maleantes comunistas y febreristas, coaligados con sectores anárquicos del liberalismo, poseían verdaderos arsenales privados con armas traídas del extranjero y otras hurtadas de los cuerpos militares del país…”.
Y lo que fue aun peor. Esa misma mañana, sin que la ciudadanía se haya repuesto del impacto provocado por el alevoso suceso, los escasos medios radiales lanzaban la información que algunos oficiales de la Primera Región Militar con sede en Concepción, se rebelaron contra el gobierno legal apoyado por el Partido Colorado. En efecto, al enterarse del atraco al Departamento Central de Policía, el Capitán Juan Bartolomé Araujo -que oficiaba de jefe de los conjurados- consideró llegado el momento de la rebelión. Encabezando a los oficiales y sargentos complotados se apoderó de la guardia del R.I.1 “2 de Mayo” apresando a su Comandante Teniente Coronel Carlos Domaniczky, y luego al Coronel Miguel Angel Yegros, Comandante de la III Región Militar. Seguidamente llamó al Mayor César Aguirre que se encontraba en Belén. Al llegar a Concepción, se hizo cargo del movimiento rebelde. Cabe citar que unos días antes ambos ofrecieron al Coronel. (R) Alfredo Ramos el Comando Revolucionario, pero éste se negó a aceptar alegando ser afiliado al Partido Liberal.
Es más, días después se sumaron las unidades del Territorio Militar del Chaco, iniciándose una prolongada Guerra Civil que se extendió durante seis prolongados meses por todo el territorio nacional. Aunque se sabía desde unos seis meses antes que oficiales de dicha Gran Unidad se hallaban conspirando los mandos militares no adoptaron ninguna medida de prevención.
En el Gobierno causó tremenda sorpresa que el alzamiento se haya producido bajo el mando del Mayor César Aguirre, un oficial considerado de máxima lealtad al presidente de la república. En el mes de octubre de 1945 el presidente Morínigo visitó Concepción y el B.Z. Nº 2 comandado por el mencionado jefe militar. En su discurso de bienvenida éste no escatimó palabras de alabanzas al primer mandatario, y en una parte de su alocución señaló: “….Privilegio especial es el que me otorga el destino de presentar la bienvenida al primer jefe del ejército que visita un campamento de zapadores, y al hacerlo no podré desposeerme del sentimiento magno y de soldado pleno de simpatía y admiración al estar frente al jefe que simboliza y condensa todas las nobles aspiraciones y anhelos de superación del Paraguay de hoy…” Paradójicamente, 18 meses después el lisonjero militar, en hipócrita actitud, se erigió en el jefe sedicioso contra su “admirado” gobernante.
Ahora bien, cabe formularse la pregunta ¿cuáles fueron las causas que movieron a los complotados para atracar con violencia criminal la sede de la policía, y luego iniciar una prolongada Guerra Civil que duraría seis meses? La respuesta es obvia. Los conspiradores tenían, primero, como objetivo el derrocamiento del presidente Morínigo y, por ende, del Partido Colorado que apoyaba su gobierno; y, segundo, oportunamente instaurar un régimen militar supuestamente institucionalista como paso previo para llevar a la presidencia de la república al Cnel. Rafael Franco. Pero para buscar una respuesta más precisa retrocedamos en el tiempo.
A fines de setiembre de 1946 fue frustrada una conspiración urdida por oficiales de la D.C.1 adictos al febrerismo, dirigidos por el Teniente Coronel Alfredo Galeano, que tenía como objetivo relevar al procolorado Teniente Coronel Enrique Jiménez, comandante de la Gran Unidad. El gobierno procedió de inmediato apresando a los Oficiales complotados. A raíz de la intentona golpista presentó renuncia el Ministro del Interior el profebrerista general Juan Rovira, siendo designado en su reemplazo en carácter de Encargado del Despacho al general Amancio Pampliega, sin perjuicio de sus funciones de Ministro de Defensa Nacional.
En la reunión llevada a cabo el 24 de setiembre el Consejo de Ministros resolvió cancelar la interdicción que pesaba sobre el Partido Liberal y dispuso, además, suspender por un mes las actividades públicas del Partido Comunista. Dicho órgano gubernamental volvió a reunirse el 26 del mismo mes determinando que la Convención Nacional Constituyente a ser convocada inauguraría sus sesiones el 25 de diciembre de 1947. De este modo se estaría cumpliendo con el plan del gobierno apoyado por el coloradismo de continuar con el proceso de normalización institucional del país.
El 8 de diciembre el Comandante en Jefe General Vicente Machuca -quien no ocultaba su inclinación al franquismo- presentó al gobierno y a los partidos políticos un MEMORANDUM en donde aconsejaba (?) a “los partidos políticos representados en el gobierno reglar sus relaciones recíprocas” en base a diez puntos”. El último punto le imponía al Presidente de la República a mantenerse en una posición de equidistancia frente a los dos partidos que colaboran con el gobierno. Y si las directivas no fueran cumplidas por el gobierno en todas sus partes –decía el documento- entonces “las FFAA se verán en la imposibilidad de seguir manteniendo las garantías otorgadas a la estabilidad de este gobierno de coalición impuesto provisoriamente con fines puramente democráticos”. Ante esta amenaza el presidente Morínigo se dio cuenta que se hallaba ante una conspiración que buscaba interrumpir la transición democrática. También comprendió que la amenaza provenía de la oficialidad vinculada a los partidos Liberal y la CRF, en connivencia con la dirigencia de ambas corrientes a más del Partido Comunista Paraguayo.
El Teniente Coronel Antonio E. González, militar destacado, escritor y político colorado reseñó el panorama de aquel momento. “Los hechos son conocidos: el franquismo planteó la ruptura del pacto con el coloradismo y el reemplazo del presidente Morínigo y del gabinete dual por un gobierno provisorio y un gabinete militar. La trampa estaba en el gabinete militar, que estaría formado por elementos liberales y franquistas. Para la ejecución de la maniobra el franquismo creyó contar con el Ejército y, a la verdad, que así ocurría”. En efecto, la CRF optó en retirarse del gabinete de coalición y sus ministros renunciaron a sus cargos. Buscando solución a la crisis político-militar, Morínigo convocó para el día sábado 11 de enero, en horas de la noche, a una reunión de Comandantes de Grandes Unidades a fin de analizar y decidir la continuidad o no de la coalición. La cita fue en la residencia presidencial Mburuvichá Roga que culminó en la madrugada del 12 de enero. Finalmente la mayoría de los comandantes presentes resolvieron hacer a un lado el gobierno de coalición y designar en su reemplazo un gabinete enteramente militar. Esto, en buen, romance significaba la llanura política del Partido Colorado y la instauración de un gobierno militar.
En sus memorias -publicada por el periodista y diplomático Augusto Ocampos Caballero- el general Morínigo señaló: “…Expresé a quienes querían solo militares en el poder, que con el solo apoyo del Ejército no podremos llevar adelante ninguna empresa gubernamental exitosa. Insistí, a la vez que señale que si estaba en los planes realizar la Asamblea Nacional Constituyente deberíamos de contar con el respaldo de un partido político. Este planteamiento contó con el apoyo inmediato de Emilio Díaz de Vivar, Enrique Jiménez y Alfredo Stroessner…”.
Empero la suerte no estaba echada. En la madrugada del 13 de enero la capital de la República vivió un grato espectáculo. Tropas de la DC1 con el apoyo de la Policía de la Capital y el apresto de otras Unidades militares hizo que se amaneciera con un panorama político-militar muy distinto.
El general Vicente Machuca –líder de la insurgencia- fue arrestado en su domicilio particular y relevado del cargo de Comandante en Jefe de las FFAA asumiendo dicha función, conforme a la Carta Magna de entonces, el propio general Morínigo. Igual suerte corrieron los oficiales profranquistas que acompañaron a Machuca en la aventura golpista. Se aceptaron las renuncias de los Ministros franquistas y fue aceptada la renuncia del Ministro de Defensa Nacional e interino del Interior general Amancio Pampliega.
A las 11 horas de aquel memorable 13 de enero el presidente Morínigo procedió a reorganizar su gabinete con la designación y juramento en el Palacio de López de los nuevos Ministros colorados. Estos fueron: don Víctor Morínigo en la cartera del Interior y Justicia, Federico Chávez en Relaciones Exteriores y Culto, Dr. Víctor Boettner en Educación, Dr. Guillermo Enciso Velloso en Agricultura e interino de Industria y Comercio, coronel Mutshuito Villasboa en Obras Públicas y Comunicaciones, coronel Dr. César Gagliardone en Salud Pública e interino de Trabajo y Previsión Social, el CapN Ramón Martino en Defensa Nacional y J. Natalicio González en la cartera de Hacienda.
El Dr. Luis María Argaña pergeñó el pensamiento de la hora con la histórica frase: “Así el lunes 13 de enero de 1947, día augural para la democracia y para los destinos nacionales, se reata el hilo de la historia cortado abruptamente en 1904…” Después de más de 40 años de soportar una angustiosa llanura plagada de persecuciones el añejo pero revitalizado Partido Nacional Republicano reasumió el poder político del país.
Pero los opositores al coloradismo no se resignaron a llegar al poder por la vía de la violencia. Transcurrieron apenas catorce días y de nuevo los militares profranquistas intentaron un golpe cuartelero en el cuartel de la Artillería, con sede en Paraguarí. Más todo fue en vano, la intentona golpista fue contenida de inmediato por su Comandante el Teniente Coronel Alfredo Stroessner. Los golpistas fueron arrestados y derivados a la jurisdicción penal militar para su juzgamiento.
Estos son los hechos que constituyen los antecedentes inmediatos del atraco del cuartel central de la policía del 7 de marzo del 47, y de la sublevación de la guarnición de Concepción ocurrida el siguiente día.
El Partido Colorado, copartícipe del gobierno, hizo un llamamiento a sus correligionarios para alistarse en la defensa del orden legalmente constituido. Se destinó la ciudad de Ypacaraí como uno de los Centro de Movilización al cual acudieron voluntariamente miles de campesinos, la mayoría de ellos antiguos excombatientes de la Guerra del Chaco. Igualmente, se hicieron presentes los estudiantes y bravos milicianos colorados para defender al gobierno y a su partido. Con estos valerosos y abnegados correligionarios -conocidos desde entonces como los imbatibles pynandíes– se llenaron los cuadros de las diferentes Unidades leales conformando una fuerza respetable. Se dispuso el envío paulatino de las nuevas Unidades hacia el frente norte para interceptar el eventual avance del enemigo.
En abril se produjo el levantamiento de la Marina, la cual siempre estuvo aliada a los rebeldes. Sin embargo, a pesar de contar con numerosos efectivos y gran cantidad de armas, los sublevados fueron derrotados en tres días de combates en las calles del barrio Sajonia, restando fuerza local a los rebeldes.
Después de un sinnúmero de enfrentamientos armados en el frente norte, y al verse los rebeldes prácticamente rodeados, a mediados del mes de julio comenzaron a requisar todas las embarcaciones existentes en la zona. El día 30 se embarcaron desde Concepción, con todos sus armamentos y equipos, navegando por el río Paraguay para atacar Asunción, creyendo que por hallarse semi desguarnecida podrían capturarla con relativa facilidad.
Pero, en vez de alcanzar la capital, imprevistamente desembarcaron en Arecutacuá, y de allí se desplazaron en tres columnas para atacar Asunción. Las escasas tropas gubernamentales le hicieron frente a orillas del río Salado, pero tuvieron que ir retrocediendo ante el avance de los revolucionarios por su mayor poderío circunstancial, ínterin las tropas leales del I Cuerpo de Ejército se dirigían aceleradamente para ayudar a los defensores de Asunción. Un valeroso miembro del Batallón de Estudiantes Blas Garay, el Dr. Washington Ashwell, nos hace el siguiente relato en su obra “Concepción 1947” refiriéndose a la sacrificada defensa de los colorados leales: “La columna de la Avda. Boggiani se estrelló con el único sector defendido por tropas regulares del batallón del R.I.14 “Cerro Corá”, comandado en la zona por el Capitán Máximo Zaracho, un experimentado combatiente condecorado en la guerra del Chaco por su heroísmo. A pesar de sucesivos y porfiados intentos, los atacantes no consiguieron rebasar ni siquiera las primeras avanzadas de las defensas allí establecidas y no tuvieron otra opción que replegarse”.
A pesar de la ardua porfía de los defensores, otra columna revolucionaria rebasó la línea defensiva a la altura de la antigua fábrica de la empresa La Fabril ingresando por la Avda. Eusebio Ayala hasta llegar a la actual Comisaría 7ª. En este lugar se trabó un recio combate siendo al final rechazado los atacantes.
Los bravos defensores en este sector eran unas escasas tropas militares apoyadas por agentes y conscriptos de la policía, como también por jóvenes estudiantes y obreros republicanos. El día viernes 15 de agosto, con la llegada de las tropas leales del norte, el gobierno pasó a controlar la situación y los rebeldes comenzaron a desbandarse.
En su libro “Concepción 1947-La Revolución traicionada”, uno de los comandantes rebeldes, el Coronel Alfredo Ramos confiesa: “El viernes 15 de agosto comenzó pues la retirada general de las tropas revolucionarias que atacaban Asunción. En realidad fue una huida, pues las Unidades rebeldes no tenían ya una directiva superior que obedecer. Algunos Jefes y Oficiales se reunieron y por propia iniciativa organizaron el repliegue de sus respectivas Unidades, unos hacia Villeta, otros hacia Villa Hayes”.
En la noche del 18 de agosto el Ministro del Interior, Justicia y Trabajo don Víctor Morínigo lanzó un mensaje a la ciudadanía que fue difundido por Radio Nacional del Paraguay anunciando la victoria de las armas leales del orden constitucional. En un pasaje de su alocución expresó lo siguiente: “…De este evento cruel hemos salido purificados. Sobre las espaldas del enemigo en derrota, como castigo apropiado a la traición, destaquemos los emblemas de la lealtad y hagamos resplandecer las figuras de aquellos militares que son paradigmas de valor y lealtad… Son los héroes de la defensa, cuyos nombres son aclamados por el pynandí …”.
Así tuvo término feliz la guerra civil más sangrienta que durante cinco meses azotó al país. El Partido Colorado tuvo el mérito y la valentía de brindar su apoyo al gobierno del general Morínigo, enfrentándose con sus heroicos pynandíes, al lado de las fuerzas militares, contra los revoltosos agrupados al “malón franco-líbero-comunista”, al decir de J. Natalicio González.
Nos asiste la creencia que la ciudadanía honesta, liberada de toda pasión y fanatismo, debe recordar aquel capítulo sombrío de nuestra historia, ocurrido hace 69 años, PARA QUE NUNCA MAS LOS PARAGUAYOS VUELVAN A ENFRENTARSE EN UNA CONTIENDA ARMADA CONTRA SUS HERMANOS PARAGUAYOS.
Muchas gracias.
Asunción, 7 de marzo de 2016.
Ya otra vez este ignorante e incapaz, ex-pyragüé, HUMBERTO ZARAZHO, escribe sobre lo mismo año tras año. Por lo visto no tiene otro tema. Suspéndalo ya Sr, Director, así nos libramos de sus burdos y pesados comentarios.
Ya estamos en 2017 y la gente ya no es más estúpida Sr.Zaracho.que es lo que defendía los leales al gobierno? El trapo por el cuello pot hacer de político partidario siendo militar y ser comerciante? No es que contra eso es que sublevaron lo que Uds.llama el Malón,por ser los militares Institucionalista como debería haber sido el militar o está bien para Usted que juran para ser y hacer algo y hacen todo lo contrario y son unos simples gánsters? Espero que para el año siguiente haga usted alguna reflexión y antes de irse al más allá cuente la verdad sobre esta revolución o más bien revuelta fraticida y sea objetivo en sus apreciaciones ,asi pueda tener y quedar con la conciencia tranquila