Por el TCnel (R) Francisco Torales Basualdo
En un artículo publicado en un periódico capitalino, un destacado periodista razona sobre el cinismo que se observa en el poder político. El trabajo se titula “El cinismo como política de Estado”. El autor: Benjamín Fernández Bogado. Periódico: 5 Días.
Es bueno, antes que nada, caracterizar lo que se entiende por cinismo, principalmente lo que es hoy y lo que fue en épocas pasadas.
El cinismo antiguo, el de Antístenes (discípulo de Sócrates de quien adoptó y desarrolló sus enseñanzas sobre ética), de Diógenes (el que con una lámpara encendida buscaba hombres honestos) y otros célebres cínicos, era una manera de enfrentar la vida, una sabiduría práctica basada en una forma de pensamiento crítico y hasta subversivo frente a los sistemas sociales vigentes.
El término “cínico” es uno de esos vocablos que se han ido transformando hasta perder su significado original y convirtiéndose en uno totalmente distinto al que tuvo en sus inicios. Tal como se entiende en la actualidad una persona cínica es la que piensa una cosa y luego dice otra, que busca siempre quedar bien delante del resto de la gente y para ello necesita mentir, cometer actos vergonzosos con impudicia, sin disimular ni sentir vergüenza ninguna.
En este contexto, la acción política es, en la definición utilizada por Fernández Bogado, cínica vulgar. El poder que pervierte y los cínicos vulgares lo gozan, lo usan y abusan para nunca perderlo. El cinismo en política es utilizado por los personajes que siempre tienen respuestas que los dejan bien parados, avalando todos sus actos, aún aquellos que están por fuera de la ley.
Benjamín Fernández Bogado reconoce que los cínicos abundan en otros sectores de la sociedad y colige que desde el poder existen aún más. “Antes, al menos, el pudor o la vergüenza actuaban como limitantes”, afirma. Nada más ajustado a la verdad, y ampliando la aseveración del columnista con respecto a la presencia del cinismo en otras múltiples actividades de la sociedad debemos reconocer que el cinismo no es “patrimonio” exclusivo de los políticos en el poder. También se observa en los políticos que no están en el poder y principalmente en los que hace poco dejaron el poder. Basta con observar a aquellos que hace poco dejaron de ser gobierno, cómo, sin vergüenza alguna, tratan de deformar la realidad de sus desprolijidades tal vez queriendo convencer a la opinión pública de la honestidad con que actuaron, o quizás, con pleno conocimiento que nadie los cree.
Pero, yendo aún más, el cinismo no sólo se da en la política. También ha inficionado a todas las actividades ciudadanas, sean públicas o privadas.
El cinismo social también enloda a la vida familiar, a la actividad empresarial, laboral, educativa, sindical, deportiva y hasta eclesial, pervirtiendo el ejercicio de diversos quehaceres.
Existe cinismo en las relaciones familiares, como ejemplo, cuando los hijos privan de la asistencia o el simple cariño y respeto debido a los padres pero festejando los días alusivos a éstos, con sus respectivos hijos, con derroche de alegría. Los padres, en muchos casos, cuando dejan de ser una “unidad productiva” están expuestos a ocupar una pieza en el fondo de la vivienda o una plaza en el hogar geriátrico. Y los hijos, cual buitres, sólo se quedan esperando a que los mismos pasen a mejor vida para poder utilizar los bienes heredados.
Y eso, a sabiendas que, uno de los principales desafíos que la sociedad enfrenta es el de formar la moral de los hijos, en una época en la cual los valores morales están siendo avasallados. La decencia se manifiesta a través de los principios que la persona traslada desde el hogar y la manera cómo los utiliza en la sociedad. Todo quehacer humano es substancialmente social por lo cual mediata o inmediatamente repercutirá en el grupo social que integra el autor de la acción.
Por las razones expuestas en los párrafos anteriores, la Iglesia, se autoasigna la responsabilidad de ser madre y maestra, comprendiendo la magnitud de los roles que juegan ambas en la sociedad. Una tarea que hoy se presenta particularmente compleja y desafiante y tampoco exenta de cinismos para la misma institución religiosa, como en los casos de curas que desobedecen los votos de castidad o, peor aún, cuando cometen delitos de abusos sexuales en contra de menores. La Iglesia, en estos casos, solo llegó a admitir los hechos y las autoridades pidieron perdón, aunque fueron meras palabras ausente de “acciones reales” para evitar que se repitan casos similares. Un ejemplo de esto está relatado en los reportajes publicados por “The Boston Globe” para destapar los casos de pedofilia en la Iglesia Católica, que fueron premiados en el año 2003 con el premio Pulitzer. Llevados al cine, el filme cuenta la historia de cómo la unidad de investigación del periódico, llamada «Spotlight» desenmascaró un escándalo en el que la Iglesia Católica de Massachusetts ocultó un sinnúmero de abusos sexuales perpetrados por distintos sacerdotes de Boston. La producción cinematográfica triunfó este domingo como la mejor película de los Óscar. ‘‘Esta película dio voz a los supervivientes. Y este Óscar amplifica esa voz, lo cual esperamos se convierta en un coro que resuene y llegue hasta el Vaticano. Papa Francisco, es hora de proteger a los niños y restablecer nuestra fe’’, dijo el productor Michael Sugar. En un arranque de sincericidio, el obispo de obispo de Tenerife (España) afirma que algunos menores incitan al abuso sexual. «Puede haber menores que sí lo consientan y, de hecho, los hay. Hay adolescentes de 13 años que son menores y están perfectamente de acuerdo y, además, deseándolo. Incluso si te descuidas te provocan. Esto de la sexualidad es algo más complejo de lo que parece».
Así también vemos a dirigentes sindicales, quienes, con la excusa que “no aparecen otros que quieran convertirse en representantes de los trabajadores”, permanecen en el poder desde hace quince o veinte años. Éstos líderes sindicales cínicamente dicen defender los derechos de sus asociados y apenas presentada la oportunidad de pactar con el gobierno o con los patrones, lo hacen conforme a sus propios intereses y a espaldas de los afiliados a quienes dicen defender; o hacen uso de privilegios para dar trabajo a su parentela o simplemente no asistir a sus labores. A los mismos, normalmente se los ve, conduciendo lujosos vehículos que no condicen con su situación de simples obreros, empleados o funcionarios.
Otra casta de cínicos existe entre los docentes, que dicen enseñar con la ética y la moral con la que deben desempeñarse por ser ejemplos para sus alumnos; en cambio, en sus comportamientos privados llevan una vida desorganizada pisoteando las reglas con las que dicen profesar. Y si alguien les reclama, contestan con un cinismo igual o peor de los políticos alegando que ellos están actuando rectamente o sencillamente no le dan importancia a los reclamos sobre los procederes indecorosos.
Ahondando un poco más, están los dirigentes deportivos que hablan de ética deportiva y se encargan de manipular campeonatos, sobornar a jugadores y árbitros.
Y los considerados “formadores de opinión”, es decir, los periodistas? Cuántos casos hemos escuchado en los últimos tiempos de periodistas pontificando posturas éticas y su amor hacia la verdad que perciben monedas por privilegiar información, por esconder información o lo que sea? Parientes de periodistas destacados trabajando en entidades públicas, etc? Es como para pensar en darle validez a la frase del dictador cubano Fulgencio Batista quien había afirmado: “Al periodista se le paga o se le pega”
En camino a una conclusión, doy por seguro, que aquellos cínicos poseen su público que cree en ellos. Doy por seguro que un político acusado de incorporar dos mil funcionarios a la administración pública tiene la aceptación de los planilleros quienes piensan que votándolo al mismo, podrían conseguir algún “puestito” en la función pública. Doy por seguro que los políticos “compravotos”, también son bien vistos pues ya sabemos que el día de las elecciones nos darán una mísera cantidad de monedas a cambio de votar por ellos. Los padres irresponsables también tienen sus adeptos entre los que piensan si “para qué preocuparse tanto por los hijos que cuando se casan se van y otras u otros son beneficiarios de nuestros esfuerzos”. Los docentes amorales son justificados por sus alumnos y propios colegas, quienes afirman, “que todos somos dueños de nuestra vida privada y porqué nosotros no vamos a tener derecho a hacer aquello”. Los dirigentes deportivos se convierten así en héroes de los simpatizantes de sus clubes al lograr un éxito deportivo; el dirigente sindical que logró una reivindicación para su sector, tiene vía libre para ostentar bienes que normalmente no podría tener.
Como conclusión advertimos con suma preocupación que la sociedad paraguaya está llegando a un punto extremo en el campo de la ética y la moral.
Desde hace un tiempo, no muy largo se está utilizando de manera continua la política del “do ut des” (doy para que des) y de las relaciones rastreras con el «mandamás”. Se maniobra por sistemas de favores y tráfico de influencias, contratos o negocios compartidos, ilícitos o no. Se disipó esa movilidad social que estimulaba la superación a través del mérito.
Ni la familia, ni los docentes ni la Iglesia Católica se encargan de desempeñar con eficiencia los roles respectivos en la formación de los ciudadanos, de tal forma a que llevemos una vida recta, honesta y transparente. Entonces, los actores políticos corruptos, los dirigentes de todas las entidades sociales, deportivas, etc., son un resultado de falta de buenas prácticas de los que nos deberían señalar el camino correcto.
Un lector le reclama a Fernández Bogado apuntando lo siguiente: “Es también de cínicos sentarse en las graderías, o contar estas verdades que vos mencionas tan vehementemente”. “Es un deleite intelectual escucharte hablar desde el pulpito…pero ¿Qué haces tu para cambiar este estado de cosas? ¿Cual es tu aporte? Me extraña, no, me enfurece, que una persona con la capacidad intelectual que tienes tu, no baje al ruedo”.
A raíz de ese reclamo, realizo un autoanálisis a partir de este artículo. Y noto que tampoco estoy ofreciendo alguna receta para superar este gran obstáculo del cinismo en nuestra sociedad.
Mi humilde opinión es que debemos repudiarlos desde el lugar en que nos encontremos. Dentro de las organizaciones sean pequeñas o grandes, desde la prensa y las redes sociales. Después de todo, concuerdo con Benjamín Fernández Bogado cuando afirma: “Cada vez parece quedar más escaso margen para operar desde la mentira y la abierta contradicción con la realidad”. Dios lo escuche!!
Francisco Torales Basualdo mete el dedo en la llaga. Los cínicos superan la realidad: son más papistas que el propio Papa.
Lastimosamente es así, mi general. Y aún son pocas las armas que contamos para contrarrestarlos. NECESITAMOS DESPERTAR A NUESTROS CONCIUDADANOS!!!!
Le siento un poco pesimista al brillante TCnel. Torales. Creo que identificar al enemigo ya es un gran paso. Y eso es lo que él está haciendo con este artículo. Fuerza TCnel.
Amigo Eusebio. Gracias por el apoyo. Hasta Friedrich Nietzsche fue pesimista en este tema. Pero aún así, escribí mi opinión sobre la forma de enfrentarlos. Repudiarlos en donde los encontremos. Y tener la esperanza en lo manifestado por Benjamín Fernández Bogado: “Cada vez parece quedar más escaso margen para operar desde la mentira y la abierta contradicción con la realidad”.
Deberían invitar a Benjamín Fernández al programa la cruda verdad de los domingos a la mañana y profundizar este tema realmente apasionante. Saludos y fuerza!
Estimado Sergio. Es una magnifica idea que la estaremos tranajando. Saludos
Excelente Analicis amigo!
Ojala no perdamos la Esperanza y podamos cambiar este “Estado de Cinismo”.
Otro tema, en que Radio tienen su Programa y sus horarios?
Saludos Cordiales!