El día 27 del mismo mes, soldados de la 322ª División de Fusileros del Ejército Rojo encontraron Auschwitz y liberaron a los prisioneros restantes. En abril de ese año, Adolf Hitler se suicidaría en una Berlín devastada por las batallas y bajo ataque por parte de las fuerzas soviéticas y occidentales, señalando la derrota definitiva de Alemania.
En 1947, Auschwitz se cobraría su última víctima: el Standartenfürer de las SS Rudolf Höss, primer comandante del campo de concentración, fue colgado hasta morir donde había estado el edificio de la Gestapo en Auschwitz I, por crímenes de guerra.
Actualmente Auschwitz permanece como un museo de recordación a las víctimas del nazismo, con muchos de los edificios restaurados con sus materiales originales. Auschwitz II, incluido en la lista de sitios del Patrimonio Histórico de la UNESCO, está abierto al público como un recordatorio de la crueldad de la que es capaz el ser humano.
En tanto los alemanes no se daban por enterados de las atrocidades cometidas en su nombre. Por eso el Dwight David «Ike» Eisenhower ordenó fotografiar y filmar las pruebas del genocidio judío, cosa que Paraguay, por la falta de tecnología de entonces, no lo hizo para informar a un mundo incrédulo que tres gobierno malvados a punto estuvieron de exterminarlos quedando solo 5.000 hombres sanos relamiéndose las heridas.
Eisenhower ordenó fotografiar las atrocidades tras llevarlos a civiles alemanes para que vean el engendro que habían apoyado. Para ellos, el olor de carne humana quemada, no constituía una anormalidad. Fueron cobardes y perversos de haber permitido el genocidio de una nación como sucedió antes con el Paraguay. Por lo menos Israel les cobró a cada alemán un resarcimiento. En cambio el Paraguay hasta la fecha lo único que recibe son insultos y vejaciones de gobiernos rioplatenses.