Estas manifestaciones del espíritu y el intelecto humanos –el cine, el teatro, la música, la literatura, etcétera– no tienen solamente una finalidad de regocijo estético y no constituyen apenas una grata experiencia individual. Tienen una dimensión social que es imprescindible comprender y promover para que una nación avance hacia el progreso material y moral. Fuente: La Nación.
Una encuesta sobre hábitos y prácticas culturales en América Latina, difundida en nuestro país por la Secretaría Nacional de Cultura (SNC) y la Organización de Estados Iberoamericanos, revela datos verdaderamente alarmantes y que deben llamar a una profunda reflexión de las autoridades y, sobre todo, al diseño de políticas públicas en el ámbito de la cultura de aplicación urgente.
De acuerdo con este documento, Paraguay se encuentra entre los países de Latinoamérica con menos consumo de productos culturales. El 78% de los paraguayos no asistió a la exhibición de una película en los últimos 12 meses, mientras que 73% de las personas encuestadas manifestó no haber acudido nunca a un concierto musical o presentaciones de música en vivo. La situación con el teatro es aún más dramática, ya que no llega al 8% de los encuestados los que presenciaron una representación escénica en el último año.
El estudio también muestra que el 69% de los que respondieron aseguró que no habían visitado ningún parque histórico, museo, galería o sitio cultural. Nuestro país se halla en este sentido entre las naciones más atrasadas, junto a Bolivia y algunos países de Centroamérica.
En prácticamente todos los indicadores –una excepción es el tiempo que se dedica a escuchar radio– los paraguayos están muy por debajo de Brasil y Argentina y del promedio de Sudamérica. Es también singularmente alto el porcentaje de personas en nuestro país que no han utilizado computadoras e internet en los últimos 12 meses.
También en lo que concierne a los hábitos de lectura el desempeño de nuestro país se ubica entre los peores del continente, junto con Honduras y Nicaragua. El informe, que cuenta con cerca de 200 páginas y que fue elaborado en base a entrevistas concretadas en el 2013, pinta pues un panorama desolador en el ámbito cultural.
Una sociedad que no valora y no consume cultura, tampoco la produce ni la difunde. Estas manifestaciones del espíritu y el intelecto humanos –el cine, el teatro, la música, la literatura, etcétera– no tienen solamente una finalidad de regocijo estético y no constituyen apenas una grata experiencia individual. Tienen una dimensión social que es imprescindible comprender y promover para que una nación avance hacia el progreso material y moral y conquiste formas más elevadas de relacionamiento y convivencia.
Por ello mismo, la cultura –en sus diversas formas y complejidades– debe ser objeto de políticas públicas que apunten a: 1. Proteger lo que hace al acervo tradicional de nuestra nación, garantizando que no se pierdan las artes y usos culturales arraigados en nuestra historia. 2. Alentar y promocionar nuevas visiones, no tradicionales, que representan el potencial creativo de los paraguayos y paraguayas y 3. Asegurar el acceso de la mayor parte de la población a los más diversos productos culturales y artísticos, tanto nacionales como extranjeros.
Un pueblo sin cultura es un pueblo sin horizontes, fácilmente sometido a los abusos de políticos inescrupulosos y corrompidos. Las verdaderas transformaciones, esas que afectan a las estructuras y que hacen avanzar a las sociedades, no ocurren por mediación de un líder mesiánico o cosa parecida, sino que solo se producen mediante los cambios en la cultura, en los hábitos y las prácticas culturales.
Mucho le queda aún por caminar al Paraguay en esta senda, pero es responsabilidad de las autoridades poner todos los recursos a disposición de esa misión: construir una sociedad que valore y disfrute de la cultura.
Nota: El Paraguay en la actualidad carece de identidad nacional al extremo de desconocer sus orígenes por obra de supuestas reformas educativas llevadas a tambor batiente por personajes sin amor a su nación. En los colegios no se canta más el himno nacional y nuestra juventud no estudia nuestras raíces históricas. En la fronteras secas se habla idiomas extranjeros mezclados con el español y el guaraní.
A pesar que un paraguayo fundó la Universidad de Córdoba, nadie sabe de aquel suceso. Igualmente en ese sentido, la fundación real de Buenos Aires en en 1580 por el capitán, Don Juan de Garay, quien partió con paraguayos y vacunos por decisión de Asunción en el referido año se desconoce y en Buenos Aires todavía aparece Pedro de Mendoza como el fundador de un fuerte que no duró 15 días.
Por eso casi 50 años después se lanzó de Asunción, nuestra capital para fundar Buenos Aires, además de SANTA FE DEL ESPIRITU SANTO lo que hoy engloba a la provincia de Santa Fe. En consecuencia Buenos aires es hija de Asunción y además asumió el papel de Caín al colaborar la extinción de su fundadora en beneficio de una corona portuguesa para destruir como Caín a una república hermana,
Estos personajes porteños. hoy tan petulantes, son creación nuestra y nada bien recibidos en las provincias de la Argentina, los cuales son delatados por su acento europeo o italiano. Hablan un español distinto y no se identifican con el pueblo real y palpitante sino que se ufanan de ser personas de origen europeo. Por eso no debe extrañar que en la guerra por las llamadas Islas Malvinas nadie se solidarizó con Buenos Aires.