La democracia no se reduce a la mecánica de las actas electorales, el cuarto obscuro y el voto. La democracia se sustenta en la libertad de expresión. Sin ella no existe democracia pues se asimila con una dictadura o una tiranía. Es lo que sucede en muchos países de Latinoamérica.
“El pueblo dictó su veredicto” nos dicen sus voceros. Pero no vale si una nación carece de opinión libre y soberana. Vemos a diario otras realidades en los lugares de frontera o en las llamadas zonas libres de la tutela del Estado. La gente teme hablar y delatar a los delincuentes, asesinos o traficantes de drogas.
Las radios se autocensuran y los periodistas cuidan su lenguaje, es decir, se autocensuran también. Y aquellos que no entienden el mensaje son asesinados sin piedad. Tal el caso del periodista de ABC Color Pablo Medina y su asistente.
A pesar de estas realidades los partidos mayoritarios incluyen en sus listas de autoridades para el congreso y las gobernaciones a gente con mucho dinero capaz de solventar el gasto. La falta de formación cívica de nuestro pueblo, tan lleno de necesidades para sobrevivir, es explotada por los inescrupulosos malvivientes.
Por otra parte el periodismo, quizá, sin proponérselo o sin valorar la situación, critica que los partidos políticos reciban dinero del Estado. De manera que el discurso de los voceros de Stroessner cambió. Ellos decían, las calles son de la policía y hoy las calles son de los delincuente, particularmente en las zonas fronterizas.
Todo lo expresado constituye un círculo vicioso debido a que no podemos apostar por una dictadura sea de izquierda o derecha para poner orden. Así pueden ir a parar a las tumbas justos y pecadores. los Estados deben reunirse, dialogar y encontrar una fórmula para destruir este flagelo que azota a nuestras comunidades.
EL COLORADO 