Hoy, ser de izquierda no se sustenta en conceptos humanistas sino en control del poder por parte de un partido, normalmente de influencia marxista o fundamentalismo religioso.
Juan José Monsant Aristimuño / Exembajador venezolano en El Salvador.
El Mundo, SV. Viernes 16, agosto 2013 | 7:35 pm
Dos mujeres, dos historias, dos propuestas, dos hijas de dos generales de las Fuerza Aérea, uno fallecido en prisión, el otro aún con vida, las dos amigas de la infancia e hijas de inmigrantes. Luego cada una a lo suyo o donde su karma las situó, ahora están enfrentadas, sin armas, pero enfrentadas ante dos propuestas de vida republicana o que se estima que puedan serlo dentro de lo que se conoce como democracia representativa y participativa.
Se trata de Michelle Bachelet y de Evelyn Matthei, las dos candidatas presidenciales de Chile en las próximas elecciones generales del 17 de noviembre. La primera al frente de una coalición, antes conocida como Concertación Democrática y ahora como Nueva Mayoría, integrada por los partidos Socialista, Radical, Izquierda Radical, Izquierda Cristiana, Social Demócrata, MAPU, Demócrata Cristiano y Comunista.
Bachelet salió al exilio en 1975, a la República Democrática Alemana, donde estudió medicina; de regresó a su país se integró al Partido Socialista, rozó el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, se opuso inicialmente a la convocatoria del plebiscito de 1988 y, una vez recuperada la democracia, bajo la presidencia de Ricardo Lagos fue llamada a ocupar el Ministerio de Salud y luego el de Defensa; finalmente fue nominada candidata presidencial por la Concertación Democrática y elegida presidenta de Chile en diciembre de 2005.
Ahora retorna a una nueva aspiración presidencial con el respaldo de Nueva Mayoría que, de alguna manera, no escapa a una cierta semejanza con la coalición política Unión Popular que llevó al poder a Salvador Allende en 1970. Tampoco escapa el cambio de nombre de Coalición Democrática a Nueva Mayoría, ni el apoyo de la Democracia Cristiana que aunque debilitada por sucesivas divisiones y disfunción ideológica, mantiene una relativa fuerza electoral, a la que se suma el aporte organizativo y disciplina del Partido Comunista relanzado en la figura de la joven militante Camila Vallejo, la misma que puso en jaque al gobierno de Sebastián Piñera con los movimientos violentos estudiantiles reclamando la gratuidad educativa, que por cierto no fue planteada durante el ejercicio presidencial de Michelle Bachelet, ni de los anteriores presidentes Lagos, Frey y Alwing.
Evelyn Mattehi, economista y académica inició su actividad política en Renovación Nacional el mismo partido del actual presidente Sebastián Piñera; sin embargo, a principios de los noventa desavenencias internas la llevaron a abandonar esa agrupación para integrarse a la Unión Demócrata Independiente.
Ha sido parlamentaria desde 1993, primero como diputada y luego como senadora, posición que ejerció hasta el 2011 cuando fue llamada por Piñera para ocupar la cartera de Trabajo y Previsión Social para, apenas hace un mes, renunciar para asumir la candidatura presidencial de la coalición Alianza por Chile (UDI y RN) ante el abandono del candidato original Pablo Longueira, por motivos de salud.
Evelyn Mattehi se caracteriza por poseer un temperamento fuerte, retador, directo, liberal en lo social y conservadora en lo económico. En definitiva fue una opción adecuada y oportuna para enfrentar a la mediática figura de Michelle Bachelet, que llega precedida de una buena imagen dejada en parte por su capacidad de trabajo y en parte creada por la intelligentia de la izquierda latinoamericana que la asume como una de los suyos.
A la Mattehi la ubican como representante de la derecha chilena, y yo siempre me he preguntado, cuál es el significado y alcance, hoy en día, de los términos derecha e izquierda.
Izquierda es, por ejemplo, el Foro de Sao Paulo donde militan demócratas de buena fe junto a movimientos de izquierda radical comprometidos con el narcotráfico, la estatización de los medios de producción, control de la libertad de expresión, educación y disolución del principio de la separación de poderes públicos, para concentrarlos en la hegemonía del partido único bajo la dirección del líder ideológico.
Eso lo vemos en Venezuela, por ejemplo, donde conviven la confiscación de la propiedad privada, unificación de los poderes públicos, la policía política y el predominio militar junto a la más descarada y perversa corrupción gubernamental y el consumismo de lujo.
Es la tendencia de la nueva izquierda, cooptar los poderes judicial y legislativos, los medios de comunicación e incursionar en las finanzas para alcanzar el control total del Estado y la sociedad. Se observa en Bolivia, Ecuador, Argentina, China, Rusia, Corea del Norte, Zimbawe, Siria, Nicaragua y la propia Cuba que se desliza paso a paso hacia ese tipo de apertura, cada uno de acuerdo a su realidad y posibilidades.
Derecha, por su parte, ya no es ni puede ser viable. La concentración del poder económico y político en pequeños grupos familiares tradicionales o étnicos que cooptan para su parcela los beneficios del poder en detrimento de la generalidad de la población, dejó de existir. Eso quedó en el pasado, la concentración de riquezas en pocas manos trasciende la raza, la costumbre, el origen social y la propia historia; esa concentración de privilegios se encuentra en los narcotraficantes, especuladores financieros, bancarios, industriales, tecnológicos y en políticos inmorales de cualquier raza, religión, origen social o partido, indiferentes todos a las libertades individuales, moral pública o necesidades del colectivo.
Hoy, ser de izquierda no se sustenta en conceptos humanistas sino en control del poder por parte de un partido, normalmente de influencia marxista o fundamentalismo religioso; y ser de derecha es situarse junto a las libertades individuales, la justicia social, la tolerancia, inclusión y el Estado de derecho democrático. Entonces sí hay dos propuestas de vida, no dos candidatas presidenciales en Chile. Así de simple, baste solo observar al rededor.