LEONARD BERSTEIN, LA FILARMÓNICA DE NEW YORK Y EL PIANO DE MI MAMÁ


Por Osvaldo Bergonzi

Corre el año 1958. Era yo por entonces albañil, a punto de rendir examen para oficial con lo cual ingresaba a este gremio. De paso ayudaba a mi padre que era arquitecto  para vigilar a la tropa (mis compañeros) Pero muy pronto yo también me aficioné al terere, la chipa, el pastel mandió y la mandioca de media mañana.  Por razones de salud me crié durante un tiempo en Paraguarí y hablaba guaraní cosa prohibida en la capital pero muy del agrado de mis compañeros de trabajo. De manera que, mis modales no eran por entonces los más recomendables para los señoritos de Asunción. Tuve que hacer un gran esfuerzo para mejorar.

De pronto emergen sucesos perdidos en la memoria. Recuerdo como si fuera hoy el lugar en que me encontraba en  la casa paterna el día que vino Leonard Berstein. Hasta el presente se halla en pie, la tercera a partir de la avenida  Mariscal López y la avenida Perú, sobre esta última arteria. Allí, solo falta una placa conmemorativa que diga:  AQUÍ ESTUVO LEONARD BERSTEIN, DIRECTOR DE LA FILARMÓNICA DE NEW YORK, EN 1958, PREPARANDO SU CONCIENTO EN ASUNCIÓN DEL PARAGUAY. Incluso estuvo el presidente  del Brasil, Getulio Vargas, en 1943 sirviéndose un refrigerio con su colega paraguayo, general Higinio Morínigo y su gabinete, luego de una parada militar en la esquina de las citadas avenidas.

Estas cosas en Europa y Estados Unidos son moneda corriente no así en Hispanoamérica. Es más, Luis Verón y Jorge Rubiani son de los pocos mamíferos de una especie en extinción que pegan el grito al cielo cuando algún bárbaro se dispone a modificar o incluso derribar joyas arquitectónicas

Cerca de la puerta de entrada había una barra de hormigón (ya no está)  para frenar los grandes raudales que por ahí pasaban llevando consigo vehículos y transeúntes hasta que unos años después se construyeron los desagües y hoy aquel mar desapareció para siempre. Mis amigos de la parada de taxi con quienes practicábamos al futbol enseguida alertaban el peligro al vislumbrar en el poniente nubes peligrosas. Un arco era la puerta de la capilla protestante (sigue allí) y el otro el garaje de la familia Carrasco – Dos Santos. 

Así, un buen día llegaron allí, Juan Max Boettner y Leonard Berstein. Este último con una melena no muy bien vista por estos lares, tan luego poco después de  la aparición de una famosa lista con 108 nombres se sujetos no muy fanáticos de su sexo. El recorte cadete abundaba por entonces.

A Boettner le conocía pues su libros de música yo estudiaba en el colegio. Además mi madre y su esposa eran muy amigas y varias veces se realizaron pequeños cuartetos o quintetos de cámara en mi casa. Pero yo  le tenía no poco temor debido a una mancha roja o lunar  que le cubría un lado de su rostro que lo asemejaba a un notable actor de películas de terror,  una de ellas estrenada algunos años atrás, MUSEO DE CERA con VINCENT PRICE, en tercera dimensión y con anteojos, en el flamante Cine Victoria, al extremo que la cara deformada de Price por efecto de un incendio parecía que se nos venía encima.

Los dos personajes casi ni lo miraron al muchachón con pinta de albañil al ingresar al jardín de la avenida Perú. Pero el primero, que me conocía,   me preguntó – Está tu mamá, lo dijo con voz agitada. – Sí, doctor, ahora mismo la llamo. – Mamá, mamá,  viene el Doctor Boettner con un señor extraño que parece extranjero. Esto último lo dije ya dentro de la casa. Al rato, mi madre abre la puerta de la entrada principal que daba a la sala. – Tutula me tenés que salvar, escuché que Juan Max Boettner le decía. Supongo ahora que así hablaba porque el otro que lo acompañaba desconocía el español. En esas estaban cuando el extraño visitante tras un ligero saludo se abalanzó sobre el piano que se hallaba a la vista y comenzó a tocar. Las notas sonaban sublimes y a la distancia me parecen  familiares uno de los temas respecto de una opera suya West Side Story (1961)

– Ahora Berstein está preguntando que tocas al piano, le dice Juan Max a mi mamá. – La catedral sumergida, responde ella muy oronda, creo que es de Debusy. Berstein le sede su lugar y escucha con atención y aprueba su ejecución con un gesto elocuente. Mi mamá saca pecho después de saber quien era el sujeto al que tenía enfrente. En eso llega mi papá que hablaba muy bien el ingles y el francés. Con este último idioma estudió arquitectura. Y con Jack Norman, el pastor protestante norteamericano, vecino nuestro, aprendió a hablar el inglés. Y pese a las críticas de la sociedad de entonces la colocó a mi hermana, Rosa maría+, mas tarde de Lebrón, a trabajar en el Punto Cuarto y a enseñar inglés en el centro Cultural Paraguayo Americano.

Yo observaba la escena a la distancia, desde la puerta que daba al comedor diario. – koa i arundu musicare, che a maliciá hae petei karai Norteamérica pegua, (Este tipo es un sabio músico y presumo que es un señor de Norteamérica) le dije en mi ignorancia a mi vez a la empleada domestica curiosa que me preguntaba quien tocaba tan bien. Al rato mi mamá y Berstein se enfrascan a cuatro manos. Tocaban el primer movimiento de una composición de Brahams compuesta en dos versiones, una como quinteto para piano y cuerdas y otra, la misma, pero para piano y a cuatro manos.

Mi mamá se sentía en la ocasión la primer pianista del mundo para animarse a tocar tamaña obra que hoy al escucharla en YouTube en la versión de quinteto estremece la parte del piano. Así, comenzó a cometer ligeros errores según me comentó ella y  que Berstein no le daba importancia, y por el contrario,  la ponderaba con gestos de cabeza. Enseguida mi mamá le dejó a él la parte difícil y asumió ella lo más fácil. Berstein se rió de buena gana por la manera de mamá esquivar los caminos tortuosos. El ambiente cada minuto que pasaba se distendía más. De pronto, el norteamericano se dirige a mi padre. – Tutula, el señor Berstein me dice que solo ejecutará su concierto en tu piano, caso contrario, la filarmónica seguirá viaje mañana para Buenos Aires.

Boettner ya le había adelantado algo de eso a ella cuando llegó y le pidió que le salvara pues ejercía la presidencia de una entidad filarmónica sin fines de lucro llamada  AMIGOS DEL ARTE  que con la embajada de USA en Asunción organizaron el concierto en el teatro municipal. – Pero, pero ¿cómo van a llevar mi piano sin dañarlo?, preguntó. – Tutula, yo me hago responsable – le contesta Boettner – para lo cual me propongo rodearlo de colchones y sujetarlos a tu piano y así alzarlo al camión de transporte.

Con lágrimas en sus ojos mi mamá le despidió a su piano y por la noche toda la familia concurrió al teatro donde teníamos un palco reservado por un hermano  suyo que ejercía por entonces el cargo de gerente del teatro. Quizá por eso ella aceptó entregar su joya. Ni bien comenzó tan notable acto, único en la historia musical del Paraguay hasta el presente, arrancó Berstein con nuestro himno nacional. Al recordar aquellos acordes siento un ñemopirimba (imposible de traducir al español salvo decir “pelos de punta temblando”)

Nunca más escuché una ejecución como aquella de la Filarmónica de New York y qué director.  Hace unos años falleció relativamente joven pues aquí llegó con tan solo 40 años. Al finalizar nuestro himno nacional, un estruendoso y prolongado aplauso llenó la atestada sala del teatro poblada en su mayoría por diplomáticos y extranjeros bien informados de qué director y orquesta se trataba y seguramente sorprendidos que un acontecimiento así sucediera en nuestra capital. En otras parte hay que abonar las entradas con un mínimo de 6 meses de anticipación y aquí asistían gratis.

Le siguió el himno norteamericano, una sinfonía que ya no recuerdo, y en la segunda parte, un concierto de Mozart ejecutado al piano y dirigido por el propio Leonard Berstein. Lamentablemente, a medio concierto, se desató una de esas lluvias que llenan desiertos y comenzó a gotear en el teatro. Berstein esquivaba la gotas con giros de cuerpo y proseguía, en tanto mi mamá se hallaba preocupada porque no se moje su piano. Yo me sentía sofocado con mi cuello duro y corbata a lo cual no estaba acostumbrado sino a andar descalzo y a caballo sin montura en los alrededores de la quinta del colegio San José para luego hacer abrevar  a mi jamelgo en un conocido tajamar, hoy desparecido, ubicado casi frente a la actual escuela Republica de Chile sobre la Avenida España y donde estoy inscripto para votar en las elecciones generales.

Más tarde, Berstein, ante de partir para su país es reporteado en Buenos Aires por la revista  LEOPLAN similar a la de igual clase y actual,  GENTE. Entre otras cosas expresó: “Durante la gira de nuestra filarmónica por Sudamérica, la mejor sala de concierto fue sin duda el Teatro Colon de esta ciudad, y el mejor piano, fue el Steinway, segundo imperio, de Asunción del Paraguay”.

Leída la crónica por el entonces intendente de Asunción, coronel Antonio González le dice al hermano de mi madre – Honorato, este piano no sale más de aquí. Pagaremos lo que pida tu hermana. – Pero se trata de algo muy caro, le contesta. – De algún lado voy a conseguir el dinero aunque sea mangueando a los amigos. Se vendió en 50.000 dólares.  Sin proponérselo hizo una compra más que ventajosa pues poco más tarde un tasador alemán lo evaluó en 100.000 dólares para desdicha de la vendedora.

Ojala la hija de este gran intendente de Asunción, asidua lectora nuestra, lea estos recuerdos que lo involucran a su insigne padre y surgen a raíz de la reciente compra de un piano por el Congreso Nacional a un precio evidentemente superior a lo que se oferta en la plaza internacional. Resulta que los instrumentos musicales más valen por su origen y añejamiento. Los actuales Steinway ya no son los del segundo imperio ni por asomo. Sería el caso como el de un violín Amati, Guarneri o Stradivarius. Depende también de su historia, muchas veces.

Mientras el coronel Antonio González fue el intendente mi madre supo que él lo cuidaba a su piano  como a una joya y hasta de tanto en tanto  le permitía tocar cuando ella iba de compras por el centro. Después perdimos conocimiento, y yo, el único miembro de la familia en pie salvo la gente menuda, nada sabe donde puede estar aquel famoso piano que hizo feliz a un gran ejecutante, director y compositor de fama mundial como lo fuera LEONARD BERSTEIN.

6 Responses to LEONARD BERSTEIN, LA FILARMÓNICA DE NEW YORK Y EL PIANO DE MI MAMÁ

  1. Darío González Palacios dice:

    Mi estimado amigo Osvaldo:
    Si bien, hasta el momento no acusastes recibo de mi primer envío de lineas, no puedo menos que volver a hacerlo, esta vez para volver a aplaudir tu formidable facilidad de escribir!
    Que lindo el leer pasajes de la historia familiar, de miembros de una familia tan respetable como la tuya!.
    Recuerdo a «Tutula», tu madre, gran amiga de mi madre, quien hoy, ya orillando los 100 años (Junio 20, 2.013), sigue recordando a su gran amiga, tu madre.
    El cordial abrazo para ti!
    Darío González Palacios

  2. osvaldobergonzi dice:

    Mi querido Dario: A tu hermano Lincoln le pedí tu número para llamarte. Si por las dudas lees de nuevo esta nota envíame un correo a osvaldo@bergonzi.net y así nos ponemos en contacto para recordar lejanos tiempos de nuestra niñez y juventud. Un abrazo.

  3. Osvaldo:La compra en sí, más allá del precio -en internet se puede ver que cuesta entre 140.000 y 160.000 dólares, varios miles menos de lo que se dice que costó-, me parece que no debería ser la prioridad de nuestro Congreso .Con esto se demuestra un orden de prioridades en el ámbito de la gestión cultural institucional, como mínimo, absolutamente desentendido de la realidad, de las necesidades más sentidas del ámbito, como resultado más bien de un simple esnobismo caprichoso del señor Jorge Oviedo Matto. Y, por otro lado, habla del «franco» extravío en cuanto a planes y proyectos culturales pensados y diseñados con seriedad, en este caso por parte del Poder Legislativo. Este podría, porque es lo que de hecho le corresponde, legislar sobre postergadas carencias en la cultura, como la Ley del Cine y el Audiovisual, la actualización de la Ley del Libro, la Ley de Mecenazgo, la Ley de Seguridad Social para el Artista, antes que comprar un piano.

    Esta onerosa improvisación cultural del Legislativo, que se caracterizan nuestra clase política, inoperante, sin valores, voluntad y de compromiso con la ciudadanía, se halla en consonancia «radical» con el total desinterés y la inoperancia del Poder Ejecutivo en materia de gestión por medio de la Secretaría Nacional de Cultura (SNC), la que hoy día, además de no contar con ninguna hoja de ruta, se encuentra prácticamente en un paro técnico, con decenas de contratados y comisionados, que solamente esperan cobrar sus sueldos cada fin de mes, sin tener una hoja de ruta, para una buena gestión cultural.

  4. Rogelio A. Careaga dice:

    Estimado Osvaldo:
    Mediante esta linda historia de tu familia me entero que tu mamá había sido una gran pianista y que Leonard Bernstein y la Filarmónica de Nueva York ofrecieron un concierto en el Teatro Municipal. Sería interesante investigar a donde fue a parar el piano que pertenencia a la municipalidad. Supongo que el piano era de origen alemán porque ahora el steinway se fabrica en los Estados Unidos y no sé si se sigue fabricando en Alemania.

  5. osvaldobergonzi dice:

    Rogelio: La crónica fue un fenómeno extraño pues de pronto afloraron a mi memoria sucesos vividos por mí luego de leer en la prensa la compra del piano Steinway por el congreso del Paraguay. Es cieto lo que dices, el de mi madre era aleman y lo llamaron segundo imperio pues en francia vendieron una buena cantidad durante el mandato de Napoleón III hasta que en 1870 Otto Von Wismark lo puso noc aut. Recuerdo sus sellos bañados en oro. El afinador, suegro de Terecita torcida, una artista ya fallecida, venía todos los viernes a mi casa para verificar su funcionamiento, una ingeniería notable de su tiempo. Es verdad, hoy se fabrica en los Estados Unidos ya no en forma casi artesanal como antes. No puedo acusar. Pero algunas malas lenguas me comentaron que una vez que el intendente, coronel Antonio González , dejó su cargo, una mujer de Carapegua se apoderó del piano y lo llevaba por todas partes para ejecutar polkas con una orquesta típica. Supongo que con tal uso lo reventaron. Menos mal que mi madre ya no supo su distino pues yo se lo oculté y ella falleció de esa terrible enfermedad de dificil pronunciación que hace perder la memoria a las personas. Pero los paraguayos podemos sentir orgullo de haberlos pasado por encima a todos los países sudamericanos en cuanto a calidad de instrumento musical en la gira por estas latitudes de la famosa filarmónica de new York. Es todo lo que puedo decir. Saludos muy afectuosos.

  6. osvaldobergonzi dice:

    Con algunas dudas si fue en el año 1957 o 1958 fui a la biografía de Leonard Bernstein en wiquipedia (solo hallé la versión en inglés) y confirmé su nombramiento en 1957 y la fecha de la gira por sudamérica en 1958. De manera que a pesar de los años transcurridos la memoria no me falló.
    Bernstein was named the music director of the New York Philharmonic in 1957, replacing Dimitri Mitropoulos. He began his tenure in that position in 1958, having held the post jointly with Mitropoulos from 1957 to 1958. In 1958, Bernstein and Mitropoulos took the New York Philharmonic on tour to South America. In his first season in sole charge, Bernstein included a season-long survey of American classical music. Themed programming of this sort was fairly novel at that time compared to the present day. Bernstein held the music directorship until 1969 (with a sabbatical in 1965) although he continued to conduct and make recordings with the orchestra for the rest of his life and was appointed «laureate conductor»

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