Por Osvaldo Bergonzi
Por razones de viaje falté a la cita del año pasado. Esta vez llegué bien temprano. Me tenían que buscar pero al final no pudieron. Me decidí entonces en tomar el volante y estacioné frente mismo al portón Nº 5 de la recoleta.
Félix Argaña ya se hallaba en el panteón de la familia. Poco después llegaron los demás hijos, su esposa Marylin y numerosos colaboradores y amigos. Entre tanto esperábamos la ceremonia comenzamos a recordarnos de momentos risueños con Lilo. Les comenté el episodio de la pared blanca frente a la casa de Miguel T. Romero. Este amigo que hoy día vive en Montevideo con 86 años bien llevados era muy estricto con el idioma español al punto de pasarse horas corrigiendo escritos diversos.
– Quiero hacerle una broma a Miguel T., le dije a Lilo. – Mira que se enoja con esas cosas como la andanada que les lanzó a los que le llamaron a medianoche para cantarle una serenata desde la estancia de Bilo. – Lo que tramo no se va a enterar, le respondí y me marché de su casa. Al día siguiente regresé como a la 8 de la mañana. – Le pedí a uno de nuestros pintores de aerosol que pinten frente a la muralla blanca de Miguel T. “RODRIGUES AJUERA”. – Qué bárbaro, a él tan luego que es tan lingüista. – Ya no se puede evitar pues anoche los pintores ya dibujaron. En eso suena el teléfono. Era Miguel T. Lilo me pide que acerque mi oído al tubo inmediatamente. Del otro lado escuchamos “LILO, MANDALE A TUS ESCRIBAS A LA ESCUELA NOCTURNA”.
No pudo sostener Argaña la conversación, ya al borde de un estallido de risa y cortó. Nunca lo había visto reírse de esa manera. Nuestras carcajadas duraron varios minutos hasta que finalmente lo llamó a Miguel T. diciéndole que se había cortado la línea. Al finalizar mi relato me volví a reír de buena gana con sus hijos. Les comenté que Miguel T. investigó y se enteró del autor.
Al poco tiempo arranca la ceremonia con el himno nacional, seguido de su CREDO de tono palpitante. Le siguió un responso dicho por el obispo castrense y finalmente un emotivo toque de clarín. Una ceremonia sencilla pero de gran dignidad en su homenaje, rodeado de su familia, colaboradores, admiradores y amigos, los mismos con quienes siempre nos encontramos cada 23 de marzo.
Que símpatico! Me gustan estas anéctodas con humor que pintan la camaradería que había en ese grupo humano formidable.