"Nadie puede servir a dos amos, porque odiará a uno y amará al otro, o bien obedecerá al primero y no hará caso al segundo. En resumen, no pueden ustedes servir a Dios y al dinero.
Por eso les digo que no se preocupen por su vida, pensando qué comerán o con qué se vestirán ¿Acaso no vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Miren las aves del cielo, que ni siembran, ni cosechan, ni guardan en graneros y, sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿Acaso no valen ustedes más que ellas? ¿Quién de ustedes, a fuerza de preocuparse, puede prolongar su vida siquiera un momento? ¿Y por qué se preocupan del vestido? Miren cómo crecen los lirios del campo, que no trabajan ni hilan.
Pues bien, yo les aseguro que ni Salomón, en todo el esplendor de su gloria, se vestía como uno de ellos.
Y si Dios viste así a la hierba del campo, que hoy florece y mañana es echada al horno, ¿no hará mucho más por ustedes, hombres de poca fe? No se inquieten, pues, pensando: ¿Qué comeremos o qué beberemos o con qué nos vestiremos? Los que no conocen a Dios se desviven por todas estas cosas; pero el Padre celestial ya sabe que ustedes tienen necesidad de ellas. Por consiguiente, busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas se les darán por añadidura. No se preocupen por el día de mañana, porque el día de mañana traerá ya sus propias preocupaciones.
A cada día le bastan sus propios problemas".
Nota: Hoy las vestimentas son automóviles lujosos, quintas, estancias, edificios, fiestas fastuosas, desenfrenos propios de la naturaleza humana. El ciudadano paraguayo o colorado que valore en su justa medida estas cosas o razone de este modo será el llamado a ser un dirigente de verdad. Busquemos el bienestar y la felicidad, para todos. Pero sobre bases nobles. No menospreciemos a nuestros compatriotas suponiendo que cada uno de nosotros tiene un precio. Pensemos que cada uno tenemos un valor en este mundo, tan efímero, tan pasajero. Busquemos la concordia nacional en base a la verdad que nos hará verdaderamente libres. No vendamos nuestra pluma a intereses espurios. Fijemos nuestros afanes en el gran pueblo paraguayo con sus virtudes y defectos y procuremos colocarlo a la vanguardia del mundo.
No somos más ni menos que nadie. Logramos botar barcos de ultramar, construir un ferrocarril, establecer un servicio de telégrafos, una fundación de hierro y un astillero, una fabrica de papel y una fábrica de azufre para fabricar pólvora. Esto lo hicimos en el siglo XIX cuando nuestros vecinos ni soñaban con estos adelantos y que hasta ahora no nos pidieron oficialmente perdón por el genocidio perpetrado contra nosotros, una gran nación como somos los paraguayos.