Por Jorge Rubiani (Escrito publicado originalmente en Abc Color como colofón de las “Historias secretas del Paraguay”.)
“¡¡Sálvame…!!” rogó Blas Manuel Garay Argaña a su cuñado, Gabriel Valdovinos tomándole las manos. Fue lo último. La bala que le había perforado el estómago el día anterior, había completado su demoledor trabajo. A media tarde del 19 de Diciembre de 1899, la vida de una de las mas promisorias luces intelectuales del Paraguay… en toda su historia, se apagaba irremediablemente. Garay había nacido entre los rescoldos de la guerra, el 3 de Febrero de 1873, en el hogar formado por los esposos Vicente Garay y Constancia Argaña. Huérfano de madre desde muy temprana edad, fue confiado al cuidado de su abuela Nemesia García de Argaña. Obligaciones apremiantes forzaron a la familia a trasladar su residencia a Pirayu. En esa localidad, el pequeño Blas obtuvo su primer sueldo de 4 pesos como maestro de escuela. Tenía 11 años. A los 14 fue telegrafista en la estación ferroviaria. De regreso a la capital, ingresó al Colegio Nacional -junto a su hermano Eugenio Alejandrino- como alumno y pensionista.
En esta institución tendría el aliento, la compañía y la amistad de las mas poderosas luminarias intelectuales de su tiempo: Manuel Gondra, Manuel Domínguez, Fulgencio R. Moreno, Emeterio González y quien sería -en unos años mas tarde- su cuñado, Gabriel Valdovinos, entre otros. Ingresó a la Facultad de Derecho en 1892 y en tres años se retiró de esta casa de estudios con el título de abogado. Contaba con 21 años. Dos años mas tarde, conciente de sus quilates intelectuales, el gobierno del general Juan Bautista Egusquiza, lo envió a Europa con el rol oficial de Encargado de Negocios en Madrid y Secretario de la Legación paraguaya en Londres y París. Pero la subrepticia intención estaba puesta en hurgar los archivos de Sevilla.
Aureolado de una inteligencia prodigiosa y de una acuciosa voluntad de saber, sobre todo lo que concernía a la historia y el futuro de la patria lejana, Blas Garay se ocuparía de desentrañar los misterios de aquellos archivos. Especialmente los que contuvieran los documentos de la historia colonial, así como los que consagraban los derechos del Paraguay sobre el Chaco.
No olvidaba sin embargo a los suyos ni a su país, ni a sus libros. Desde Europa escribía a su abuela: “…recuerdo a todos, y en particular a mis libros, que recomiendo a mi tío”, refiriéndose a Ladislao Argaña, hermano de su madre, quien había quedado a cargo de sus escasas pertenencias y valiosos libros. De nuevo en Asunción, fundó y dirigió “La Prensa”, diario desde cuyas columnas espetó a sus compatriotas aquel -todavía- irrefutable alegato:“…A pasado de glorias, presente de ignominia”.
Sus demás escritos, igualmente impecables, punzantes, incontenibles de patriotismo, lo convirtieron en un ídolo popular; en “…un meteoro intelectual que cruzó raudo el firmamento del Paraguay”, como fuera definido, certeramente, en uno de los numerosos discursos pronunciados durante su sepelio.
“A PASADO DE GLORIAS, PRESENTE DE IGNOMINIA”
El 20 de junio de 1899, el diario “La Prensa”, fundado y dirigido por Blas Garay, incluyó entre sus páginas un análisis sobre las vicisitudes del Paraguay desde los días de la Independencia hasta la guerra de la Triple Alianza. Enumeraba mas de una veintena de acciones en las que los sucesivos gobiernos de entonces habían actuado con dignidad y firmeza en defensa de los derechos nacionales.
No negaba Garay, firmante del artículo, que la casi totalidad de aquellas acciones fueron acometidas durante gobiernos autoritarios. Especialmente durante los años del Dictador Francia y de los dos López. Pero en contraste, el autor se lamentaba de la triste claudicación de los gobiernos de la posguerra, que, pretendidamente democráticos, no habían mantenido un mínimo decoro para salvaguardar los intereses del país y honrar una historia de tan firme soberanía.
“….Tal es nuestro pasado” -escribía- “Es el pasado de los tiranos; pero nos consuela de nuestra abyección presente. Si, esta es la palabra; ministro extranjero hay que hace alarde de su influencia omnipotente con este gobierno y de la participación que toma en los negocios internos del país; ministro nacional hay, que no se ha justificado hasta ahora del crimen de traición a la patria que se le imputa, y está confesado tácitamente; y mientras tanto celebra con el extranjero convenios diplomáticos ignominiosos. Y hay cámaras compuestas de paraguayos, que contemplan estas cosas y cobardemente callan y las encubren. Grande desgracia, pero glorioso, fue el aniquilamiento de la nación en la guerra; desgracia mayor es su envilecimiento, que la destruye moralmente. Y para consolarnos, triste cosa, no podemos mirar el porvenir: ¡da de si tan mezquinos frutos la juventud! ¡Hay que buscar consuelo en el pasado, en los hechos de la tiranía, que son nuestra única gloria! … ¡Pobre Paraguay!
Viaje a Europa
Blas Garay contrajo enlace con María Antonia Valdovinos, el 18 de Marzo de 1896, horas antes de que la pareja partiera para Europa. Era el inmediato destino que el gobierno de Egusquiza había determinado para el joven abogado, por decreto del 3 de Marzo anterior. El matrimonio fue consagrado en la Catedral de Asunción a una hora insólita: seis de la mañana.
María era hermana de Gabriel, dilecto amigo de Blas desde “los días iniciales de El Tiempo”, diario que había cobijado ideales juveniles de alumnos y pensionados del Colegio Nacional.
Ya en España y luego de mas de un año de arduo trabajo mayoritariamente desarrollado en el Archivo de Indias de Sevilla, el comisionado regresaría al Paraguay en Diciembre de 1897. Aun mucho tiempo después de este arribo e incluso después de su muerte, el gobierno seguiría recibiendo las copias de la cuantiosa -como valiosa- documentación registrada por Garay.
El 1º de Marzo de 1900, dos meses y doce días después de su fallecimiento, el señor Cleto de Jesús Sánchez, sub Secretario de Relaciones Exteriores, informaba que “hasta esa fecha” y habiendo sido designado por el gobierno para recibir los papeles de la “misión Garay”, le habían entregado “…1.317 documentos con 14.914 fojas, incluyendo 10 copias de mapas”. El informe consignaba igualmente que aun se hallaba pendiente el envío de un mayor número de copias.
Hasta el hallazgo realizado por el comisionado paraguayo, aquellos documentos habían sido desconocidos e ignorados por cualquier otra instancia de gobierno americana. Ellos no sólo refrendaban el dominio del Paraguay sobre todo el Chaco sino que desarticulaban las alegaciones sostenidas en esos tiempos por Bolivia, sobre el mismo territorio. Y sirvieron además y posteriormente, como sustento a los negociadores paraguayos tras la finalización de la guerra del Chaco (1932/1935).
Durante su presencia en Europa, Garay también materializó el objeto de sus afanes en la edición de cuatro libros, permaneciendo inédito un quinto: “Los límites del Paraguay”, cuyos originales “se guardan en la cancillería”, según dato proporcionado por Carlos R. Centurión. Los títulos de los editados fueron: “Compendio Elemental de la Historia del Paraguay”, “La Revolución de la Independencia del Paraguay”, “El Comunismo de las Misiones de la Compañía de Jesús en el Paraguay” y “Breve resumen de la Historia del Paraguay”.
Pero a pesar del celo, la eficacia y la economía con los que Garay administró su gestión en Europa, y fundamentalmente, de la trascendencia que tenían aquellos documentos para el Paraguay, los líderes políticos del país seguían ocupándose de trivialidades. O entretenidos en elaborar “…tesis demasiado simples para los problemas del estado”. Sin mas preocupaciones que las fechas de las siguientes elecciones o sorteando el nombre del próximo ocupante del sillón presidencial, no estarían interesados en cuestiones de mayores complejidades y alcances. Y por lógica resultante, en nada de la historia.
Fundación de "La Prensa"
Apenas transcurrido un mes y algunos días de su arribo y Garay ya fundaba junto a Gabriel Valdovinos, “La Prensa”. Aunque afiliado al Partido Colorado y militante del “Caballerismo”, el nuevo hombre de prensa que, como tal, se constituiría al poco tiempo en “implacable azote del error”, bramaba desde las columnas de su flamante creación: “No somos órgano oficial ni oficioso de ningún partido político, ni obedecemos a ninguna otra aspiración que no sea la de nuestras personales convicciones y el bien entendido interés de la patria. Afiliados al Partido Republicano porque sus hombres y sus obras nos merecen mas confianza, como pueden a otros merecerla mayor los del partido contrario, nos reconocemos sujetos a la disciplina que en toda asociación bien regida es esencial para la consecución de sus fines. Mas, no llevamos nuestro sometimiento a las decisiones de la mayoría a tal punto que anonademos en su obsequio nuestro criterio propio”.
En el mismo escrito, Garay anunciaba necesidades de reforma que aun hoy serían revolucionarias en el Paraguay. Y objetadas… por supuesto. Sobre todo por aquellos que quisieran preservar -no ya la posibilidad de legislar o gobernar para la República- sino evitar que nada se modifique y nadie realice cambios que pudieran consagrar mecanismos mas eficaces de gobierno; proscribiéndose con ellos no sólo la mediocridad, sino el protagonismo de los mediocres.
“Seremos firmes defensores de la Ley” -escribía Garay- “…y celadores rigurosos de la moralidad pública; y aunque llegáramos a ejercer cualquier función política, nunca habría de ser este un motivo para que abdicásemos de nuestra independencia ni mitigáramos el rigor de la censura cuando debamos pronunciarla”.
“Procuraremos la reforma de nuestra legislación y que se la haga mas nacional que lo es al presente y con la intención mas pura trataremos de que se introduzcan en ella procedimientos de gobierno mas eficaces. Para todos los poderes del estado queremos mayor independencia; pero queremos también hacerlos mas fuertes y aumentar sus medios de acción”.
En cuanto a la educación del pueblo, “La Prensa” -y Garay- proclamaban que harían “…todo lo posible por perfeccionarla de manera que si nuestros compatriotas aprenden a hacer respetar su derecho, se habitúen igualmente, sin esfuerzo a respetar el ajeno”. Tal vez éstos, no fueran conceptos nuevos en cuanto a la experiencia ya sufrida y atesorada en el presente, en los inicios del siglo XXI, luego de una centuria de frustraciones. Pero expresados en un mundo en el que todavía la democracia era una utopía, mas que un sueño, y que el emisor de pensamientos tan profundos fuera un joven paraguayo, pobre y huérfano desde los cinco años de edad, en una sociedad carente de todo, y que al momento de emitirlos aquel no había transpuesto los 25 años, debería considerarse el hecho como un verdadero prodigio.
Finalmente, y luego de brindar indicaciones sobre políticas económicas, relaciones exteriores y la necesidad de las buenas relaciones con los vecinos, Garay cerraba su editorial de lanzamiento, con estos conceptos:
“… Y haremos, en una palabra, desde este diario, por el progreso y engrandecimiento de la Nación, cuanto deben hacer quienes tienen acendrado patriotismo y fe grande en los altos destinos del Paraguay. Quienes miran con igual desdén los favores del gobierno que los favores de la popularidad, como haya que ganarlos por ilícitos medios; quienes vienen a hacer no política de partido, política nacional; no a atizar odios, a apagarlos y a predicar la unión de todos los paraguayos en un sólo pensamiento”.
"Nervioso y arrogante"
Debe admitirse que semejantes ideas también eran producto de una sociedad que, finalmente, pretendía emerger desde las sombras del pasado. A Blas Garay acompañaban en el pensamiento y en una serie de iniciativas de bien común, una generación sufrida y valiosa, como pocas ha habido en el Paraguay. Y un gobierno que, mas allá de las limitaciones económicas y operacionales, se manifestaba con buenas intenciones. El sólo nombramiento del joven abogado como responsable de la misión en Europa, había sido una buena prueba de ello. Garay era entonces de la “interna Caballerista” adversa a la línea del presidente Egusquiza.
Pero ante la avasallante presencia de Garay, también aparecía el peligro -siempre latente- que la capacidad de trabajo, la inteligencia, la juventud y el patriotismo del joven periodista, molestara a los viejos mensajeros del fatalismo y la inacción. Ya se escuchaban voces que intentaban descalificarlo. Para el efecto y pasándose por alto todas sus virtudes, se ponía el acento en “la arrogancia” de Garay. Se resaltaba su temperamento “nervioso”, su excesiva vehemencia, “defectos” con que pretendían sustraerse brillo a la firmeza de sus convicciones.
Si total, en el Paraguay era -y es- común que los que nada sienten; a quienes nada indigna, pueden darse el lujo de ser flemáticos, tranquilos y pacíficos. La indolencia parece no molestar, preocupar, ni herir, a nadie….
Pero la tragedia estaba de nuevo en la puerta. El 16 de Diciembre de 1899, un alegre grupo de personas, invitados para una fiesta por el ministro de Guerra y Marina, coronel Juan Ezcurra, se trasladaban a la quinta de éste, en Villa Hayes. La amenidad de la reunión hizo que la misma se prolongara hasta el almuerzo del día siguiente. Entre los concurrentes estaban Garay y Néstor Collar. Entre los dos jóvenes -el primero de 26 años y el segundo de 17- existía alguna animadversión debido a las acusaciones de corrupción que Garay había endilgado al padre de Collar, cuando su actuación como miembro del Superior Tribunal de Justicia. Mas tarde se comentaría que ya en el vapor que los condujo a Villa Hayes, Collar había proferido amenazas contra Garay.
En la noche del 17, la prolongada estancia en la casa del ministro Ezcurra produjo el inevitable enfrentamiento. La discusión derivó en empujones -algunos mencionan también un bofetón de Garay a Collar- hasta que los dos beligerantes jóvenes decidieron abandonar la casa para dirigirse hacia un pequeño monte de las cercanías. Lo que sucedió allí, sólo es objeto de especulación y conjeturas. Se habría producido una pelea, la que motivó incluso que un primo de Garay, Leandro Abente, que los había seguido receloso de la actitud de ambos, interviniera para separarlos. Ya aparentemente tranquilo, Garay solicitó a su primo que se retirara. Que nada pasaría, por lo que ya no haría falta su presencia.
Abente le obedeció, pero cuando ya se encontraba próximo a la casa, sonó un disparo. Regresó apresuradamente de donde había venido y encontró a Garay tendido en el suelo, enredado en unos alambres, herido de bala. Collar todavía tenía en la mano, un revolver humeante.
Garay se muere … irremediablemente
Era noche cerrada en Asunción cuando llegó la noticia. El gobierno dispuso inmediatamente la partida de una vapor para trasladar al herido. Depositado éste en su residencia de la calle Alberdi entre Pilcomayo (hoy Haedo) y Gral. Díaz, la casa se convierte “desde el momento de su llegada en un sitio de peregrinación popular”. A las 12 de la mañana del día siguiente, 18 de Diciembre, una Junta médica que componían “….los doctores Héctor Velázquez, Facundo Insfrán, Antonio Gasparini, Arturo J. Medina, David Lofruscio y Enrique Marengo”, pronunciaron la sentencia fatal: la ciencia ya nada podía hacer … Blas Garay quedaba en manos de Dios. A las 16 horas, en un gesto de desesperación, el moribundo tomó las manos de su cuñado Gabriel Valdovinos y mirándolo “con rara fijeza”, pidió desesperadamente: “¡Sálvame!…”. E ingresó a la muerte….
“Si queréis hombres: ¡buscadlos en la tumba!”
Cuando su deceso, Blás Garay no estaba en cargo público alguno. Había si, ocupado algunos en años anteriores. Con pocos días mas que 21 años, fue Director de Correos, funcionario del Ministerio de Hacienda, además de la consabida función de diplomático e investigador en Europa. Pero al momento de su muerte, no representaba ninguna función oficial. Por lo tanto, nadie mas que familiares y sus numerosos amigos tendrían la obligación de velarlo y llorarlo. Pero como demostración de la tremenda conciencia de pérdida con que la ciudadanía paraguaya enfrentó la noticia de su muerte, la capilla ardiente instalada en su domicilio, se convirtió en pocas horas, en un convocante sitio de veneración popular.
Allí estaban el vice presidente de la República, Ministros del Gabinete, Senadores y Diputados, todos los miembros del Poder Judicial, funcionarios de todos los niveles, la casi totalidad de la juventud política e intelectual del país y una multitudinaria presencia popular que colmó la calle Alberdi y las cercanías. Nadie pudo sentirse ajeno a aquella muerte tan sentida.
Al día siguiente, durante el acompañamiento para el sepelio, el gentío forcejeó por el privilegio de cargar el féretro aunque fuera por unos metros, en el corto trayecto de dos cuadras, desde la casa mortuoria hasta la calle Estrella. En este lugar, esperaban todos los tranvías disponibles para la conducción del ataúd y a sus acompañantes hasta el Cementerio de la Recoleta. El trayecto al camposanto estuvo colmado de emotivas escenas. Frente al “Mercado Guazú”, una multitud llorosa presenció en silencio el paso de los carruajes. Mas adelante, pudo notarse que algunos negocios de la calle Igualdad (25 de Mayo) habían cerrado sus puertas en señal de duelo. En todas partes, gentío y duelo.
En la Recoleta, con la multitud que colmaba el recinto y los corredores aledaños, fue celebrada una misa de cuerpo presente. Terminada esta ceremonia y en camino al panteón donde serían depositados los restos, el ataúd fue colocado sobre un catafalco del portón principal. Así se daría inicio a la larga lista de oradores que despedirían a Garay. Los discursos compitieron en número con la cantidad de crónicas mortuorias aparecidas en ese día, en todos los medios de prensa. Así como también, y en el breve espacio de tiempo que medió entre su muerte y el sepelio, fueron escritos varios poemas en homenaje del llorado extinto.
Hasta una marcha fúnebre del maestro italiano Niccolino Pellegrini fue compuesta especialmente para la misa de cuerpo presente, aunque la pieza no pudo ser estrenada como había sido previsto, debido a la “falta material de tiempo” para los arreglos en vistas a su ejecución.
Ofrendas
Una reducida lista de expresiones, entresacadas de las notas necrológicas y discursos de aquel luctuoso día, resume el dolor paraguayo por la partida de Garay:
“La patria llora al mas preclaro de sus hijos y las letras americanas pierden a una de sus cabezas mas culminantes” – Juan Monte.
“¡Cómo se va oscureciendo el cielo del Paraguay! ¡Cómo se ve que rueda al profundo abismo! (…) ¡Triste destino de un país ignorante y pobre! ¿No veis que sólo un Blas Garay hubiera sido el redentor de un pueblo agobiado por el triste cuadro de la miseria? (…) Y a pesar de todo ¿pedís hombres? En la tumba los tenéis. También Alón os contestará desde su destierro” – Herib Campos Cervera.
“…¡Pobre pueblo! tus ancianos en sus mocedades si alguna vez empuñaron armas fue para asestarlas en los combates contra los enemigos de su suelo. Y hoy tu juventud se adiestra en el manejo del revólver y el puñal para asistir a las reuniones sociales, a las aulas y paseos … y hasta para visitar a sus amigos. ¡Pobre pueblo!” – Arsenio López Decoud.
“Descansa en paz, querido Blas, en la tumba del silencio; aunque jamás en la del olvido” – Teodosio González.
“¡Cuánto ha perdido el país y las letras de América Latina!. Mas aun admirando las
magnificencias que nos ha ofrecido la falda del empinado monte que el sol iluminó, pienso con mayor dolor en las bellezas invisibles de la falda de la montaña que ha quedado del lado de la sombra.” – Manuel Gondra.
“La patria está de duelo porque ha perdido del reducido núcleo de hijos preclaros, su mejor hijo, su paladín.” – Héctor Aceval.
“Cuando la prensa paraguaya entre por el sendero por el que él la encaminó, no faltará quien invoque su sombra para pedir aliento a su alma enérgica.” – Eduardo Fleitas.
“Espíritu superior, espíritu genial, el de Garay no necesitaba mas que de una sola cosa para que su acción impulsiva, elevada y de progreso sobre la vida entera de la Nación Paraguaya se dejara sentir. Y esa sola cosa le ha faltado: el tiempo.” – Ramón de Olascoaga.
“¡Patria paraguaya, eres madre tan fecunda y cariñosa, como desgraciada!” – Ramón Zubizarreta.
“Lo llora también el pueblo, cuya suerte tanto le preocupó y le sentirán también aquellos que le tuvieron por adversario, sin percatarse que era mas bien un colaborador incansable de la buena causa, una conciencia tan honrada que se mostró en veces demasiado severo con lo que creía malo, por lo mismo que anhelaba con exceso el bien de la República.” – Fulgencio R. Moreno.
En la edición de “La Prensa” de miércoles 20 de Diciembre, entre otros varios poemas apareció una “Elegía” del poeta Daniel Jiménez Espinoza. Un fragmento de la misma expresaba cuanto sigue:
“…¡Oh! Dios omnipotente Cortó el hilo de oro de su vida,
Siempre fiel a mi creencia, Y cayó como roca despeñada
Tus severos designios acaté…. Al hondo precipicio de la Nada.
Perdón, Señor, si dudo Quizá pierda la Patria
Un momento siquiera Una futura gloria
De tu justicia santa; Y la ciencia un apóstol soberano:
Mas quedo de terror y asombro mudo En las grandes batallas de la idea
Al ver como una sombra pasajera, Tal vez fuera un atleta
Extinguirse esa vida juvenil. Del pensamiento humano…
¿Qué fue de la esperanza?
¿Qué del joven soldado del progreso? ¡En silencio llorad padre y hermanos!
Posó sobre su fuente luminosa Amigos, ¡dad el último tributo!
La infanda muerte su maldito beso, ¡Callad, modesta lira!
Heló la luz de su cerebro ardiente, ¡El foro paraguayo está de luto!
COLOFÓN
Este final de “Historias Secretas…” recordando a Blas Garay no es circunstancial. La muerte del joven abogado y periodista ha sido tal vez el último hecho memorable del siglo XIX. La última tragedia de aquella centuria trágica. Es una prueba también de cuan secreta es la historia del Paraguay. Tanto, que la vida de un hombre virtuoso, patriota, honesto y severo, a pesar de sus escasos 26 años, sólo ha servido para que su nombre esté en los partes policiales que mencionan accidentes y pérdidas en una calle cuya nomenclatura, casualmente, coincide con su identidad.
Tan misteriosa es la obra de Garay que nadie en las escuelas y colegios recuerda que a él debemos prácticamente todo lo que sabemos de la historia de nuestro país. Y que honró el estudio, la responsabilidad y todo cuanto de virtuoso podamos encontrar en la juventud. Tan desdeñable parece haber sido su aporte, que nadie se ha acordado
-que sepamos- de haber propuesto su nombre para una biblioteca, una academia, un museo.
Es cierto que unas décadas mas atrás lo recordábamos porque una nucleación política de jóvenes también llevaba su nombre: “Blas Garay”. Pero leyendo las conclusiones de “los cursos de capacitación política” que organizaban, deberíamos pensar que pretendían mofarse de los valores de aquel gran patriota. Porque en todas las manifestaciones públicas de aquel grupo, en cada demostración de apoyo “a su líder” y frente al escaso espíritu de tolerancia que exhibían, renegaban de las virtudes de convivencia que Garay pretendió consagrar en sus escritos, en su conducta y en toda su obra. De saber Garay que jóvenes como él -cronológicamente hablando- hicieran tan grosera tabla rasa de todo lo que él profesó en vida, se revolvería en la tumba.
También es oportuna la recordación a Garay en estos tiempos de desorientación, depresión y desencantos. Nunca serán éstos como los que vivieron los jóvenes de la generación que hizo eclosión en el ‘900. Ellos nacieron en los rescoldos de la guerra, con el país ocupado y vencido. Pobre y carente de todo. Los Gondra, Teodosio González, Alón, Insfrán, Campos Cervera, Moreno, Domínguez, Riquelme y tantos otros. Una atronadora irrupción de calidad intelectual, patriotismo, honestidad y austeridad que debería servir de ejemplo y de guía para las nuevas generaciones que sufren hoy, por la falta de ellos.
Jorge Rubiani,
Enero, 2005.
MAGISTRAL!!!!
Con sus blasones Blas Garay era portador del ilustre apellido Argaña, Vaya prosapia y vaya suerte la que corrieron los ilustres estadistas mas brillantes del Paraguay con cien años de diferencia.
Interesante y rica historia. El ejemplo de vida de Blas Garay, me hace sentir orgulloso como ser humano, paraguayo y colorado.