Por Osvaldo Bergonzi
Era yo en 1959 un jovenzuelo cargado del idealismo propio de la juventud. En esa época mis ídolos eran Waldino Lovera, Enrique Riera y Carlos Zayas Vallejos, referentes de la juventud colorada para el comité central. La cita fue en la cancha del olimpia. Una convocatoria pocas veces vistas entonces. Lo demás lo saben todos. Aquello terminó nonato y con los protagonistas en camino al exilio o a las catacumbas.
En 1962 caigo preso. En esa oportunidad, poco después, le prometí a mis padres dedicarme a mis estudios cosa que cumplí. Pero no pude eludir colaborar con mis tíos Ángel y Concepción Orue de Florentín Peña en la venta por lotes de su quinta en Fernando de la Mora, lugar donde transcurrieron los momentos más felices de mi niñez.
Así, por intermedio de ellos los conocí a numerosos caudillos colorados con quienes mantuve distancia por razones obvias de edad. Don José Zacarías fue el primero de ellos. Más tarde en Formosa los conocí a otros con quienes compartí muy lindos momentos. No los cito por no olvidar un solo nombre. Pero mis viajes nunca coincidían con Lovera.
Transcurren los años. Alfonsín es electo presidente de la Argentina en 1983. Poco antes mis tíos Ángel y Conché regresan al país. Allí íbamos con mi esposa e hijos a visitarlos y a recorrer lo que quedaba de aquella inolvidable quinta. A pesar de su achicamiento se conservaba el tatacuá, el viejo cortijo y los últimos guazú. Se había loteado de atrás para adelante de manera que no se notaba el achicamiento. Los años habían pasado. Ya no se hallaba Melanio Medina aquel joven empleado que más tarde fue a parar al seminario.
Poco después se anuncia la llegada de Waldino Ramón Lovera al Paraguay. Lo precedieron Miguel Ángel Toto González Casabianca, Eduardo San Martín y Sandino Gill Oporto, entre otros. Poco después se presenta a mi escritorio Toto González Casabianca. El sabía de mi relación de parentesco muy cercano con Ángel Florentín Peña. Por eso hasta hoy muchos correligionarios me identifican con el MOPOCO. Debo confesar que jamás milité en ese sector por especial recomendación de mis tíos que no deseaban contradecir el deseo de mis padres.
Pero la iniciativa de Carlín Romero Pereira contra el régimen de Stroessner asumida por él en el año 1984 cambió el rumbo de mi vida. Mi tío Ángel me dijo que había llegado mi momento y que por razones generacionales mi acción debía unirse a la de Carlín. Y así fue. Me uní al Movimiento Etico y Doctrinario fundado por él.
Finalmente lo conocí a Waldino Lovera. Vivía en el edificio Monumental frente a la plaza uruguaya. El recibimiento fue muy cálido. En 1985 aquel joven, su admirador de 1959, era un padre de familia. A partir de entonces se inició entre nosotros una estrecha relación que finalizó consu prematura muerte pues no era un hombre viejo.
Fui a mucha honra uno de sus secretarios en la famosa COMISIÓN INVESTIGADORA del congreso presidida por él e integrada por diputados y senadores que fuimos electos para integrarla hacia finales del año 1992. Nuestras inolvidables recorridas por tribunales dejando en cada juzgado en lo criminal las numerosas denuncias arrimadas a la comisión acapararon en su momento los titulares de los diarios.
Creo que los colorados debemos reivindicar su memoria con mayor esfuerzo. No basta que una arteria de Asunción lleve con justicia su nombre. Debe ser para nosotros Waldino como la estrella polar. Tendrán ustedes sus reservas. Es cierto, pudo haberse equivocado él en no haber sabido en su momento doblar la página de sus padecimientos como lo hiciera MANDELA, el líder sudafricano. Pero es de los nuestros y muy admirado por todos sus compatriotas.