CONFORMISMO NEFASTO


Por Cándido Silva

La reciente participación y posterior eliminación de la selección nacional de fútbol del máximo certamen del balompié mundial, que culmina el domingo próximo en Sudáfrica, desnuda de nuevo la atávica actitud conformista del ser paraguayo, que salvo descollantes individualidades registradas por la historia, no incuba en su conciencia el germen de la grandeza y el liderazgo que distingue a otros congéneres suyos, sin ir muy lejos, de los países vecinos.

Como es sabido, en los tres mundiales pasados, el onceno compatriota se había despedido de la competencia en segunda ronda, mientras que en el presente torneo levantó el pañuelo del adiós en la tercera vuelta, lo que equivale a decir en cuartos de final. La cita ecuménica futbolera consta de cinco fases, siendo la última la denominada gran final.

O sea que los nuestros avanzaron una etapa más respecto a las anteriores justas. Sutilmente guiados por la prensa deportiva local, televisiva, radial y escrita, multitud de exultantes aficionados, en la capital y poblaciones del interior, se lanzaron a las calles a expresar su júbilo y gratitud con vítores y aclamaciones a los gallardos leones guaraníes, los 23 valientes y aguerridos atletas, director técnico incluido, que dejaron bien en alto el fútbol paraguayo, acercándolos cada vez más a las potencias del popular deporte.

Los miembros de la delegación nacional, a su retorno de la antigua patria de los Boers, son recibidos en el aeropuerto internacional de Luque cual héroes civiles que ameritan hasta ser condecorados por su fulgurante intervención en la mayor competencia deportiva luego de los juegos olímpicos.

Nos conformamos plenamente, es más, nos ufanamos de haber superado la segunda ronda y llegado a cuartos de final, donde caímos con la testa erguida ante España, visto que le jugamos de igual a igual y no merecimos perder, toda una hazaña al decir de los entendidos en el tema.

La pregunta que surge es la que sigue: ¿cuándo nos despojaremos de los atavíos de la mediocridad, el complejo de inferioridad y el conformismo para vestir, ¡al fin!, las galas de la grandeza y el liderazgo?, aunque más no fuere en pensamiento y palabra, cimientos imprescindibles para tornar la teoría en hechos tangibles.

Porque no frenamos momentáneamente nuestro éxtasis futbolero y observamos a brasileños y argentinos, también eliminados como nuestro equipo en cuartos de final. Cabizbajos, compungidos y llorosos sufrían la amarga circunstancia de la partida jugadores, cuerpo de entrenadores, dirigentes, prensa e hinchada. ¡Qué contraste!

Es que nuestros vecinos, habituados a mezclarse con la pléyade de los ganadores, invariablemente emprenden los desafíos, de la naturaleza que fuere, con mentalidad victoriosa y convicción de triunfo. No importa que hoy beban del cáliz de la derrota. Mañana, con seguridad, se pavonearan a los cuatro vientos con el trofeo de los vencedores. La experiencia así lo prueba.

Será que ejemplos de esta laya lo podremos emular alguna vez. Será que en algún tiempo no muy distante asumiremos que el retoño de la aborigen guaraní y el conquistador ibérico es contemporáneo de Argentina y Brasil en vida independiente. Las tres naciones se han sacudido del yugo de las monarquías europeas en el cuadrante inicial del siglo XIX. Brasil, el último en emanciparse en 1822. Argentina la primera, en 1810. Nosotros los intermedios, en 1811.

Como estados soberanos tenemos prácticamente la misma edad. El periodo de formación y consolidación de la estirpe paraguaya propiamente dicha es inclusive predecesora de la de rioplatenses y lusitanos del nuevo mundo. Y Asunción fue la bizarra capital de la Provincia Gigante de las Indias, penosamente desmembrada por Hernandarias allá por 1616, con buenas intenciones, claro está, pero encarcelándonos en la mediterraneidad. Valga la digresión.

Manifiestan algunas voces que esa propensión del paraguayo a sentirse inferior del extranjero proviene de la postración en que se precipitó la nacionalidad tras la genocida guerra contra la triple alianza. Argumento atendible; no obstante han transcurrido 140 años de la hecatombe, lapso más que suficiente para que las sucesivas generaciones pudieran restaurar cabalmente la venida a menos autoestima de la raza.

Retomando la senda pelotera, tampoco pretendemos menospreciar la posición lograda por los atletas compatriotas en el continente negro. Convengamos que fue un paso adelante; mas no distorsionemos la realidad de los acontecimientos al punto de rotular de proeza lo actuado en el gramado y calificar de ases a los futbolistas, admirados, eso sí, por su profesionalismo personal y grupal.

Cada cosa en su sitio. Nada de estériles exageraciones. La única manera de sustraernos definitivamente del tristemente mentado ya iporantema upeicha (ya está bien así), símbolo de la mediocridad y el conformismo criollo que sacrifica los rigurosos requerimientos de la excelencia sustituyéndola por la “ley” del menor esfuerzo, es persuadiéndonos de que nuestro linaje reúne en sí todos los valores de la autóctona aristocracia americana.

No somos menos que nadie. Tampoco somos más que nadie. Somos iguales a todos. Comprendiendo este sencillo y práctico axioma podremos empezar a sentar plaza en la galería de los mejores.-

One Response to CONFORMISMO NEFASTO

  1. Antonio Ferreira dice:

    Excelente el artículo y le agrego más a ver si el articulista desarrola en profundidad lo que comento:
    Los Paraguayos nos divimos hasta el día de hoy; en los que aman la colonia y los que la rechazan.
    O porque creen que seguimos siendo pobres.

    Aclaro hoy se puede llamar Colonia a todo lo que reditue y en este sentido hablo.

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