UN VERANO GOLPISTA


El asunto todavía se halla envuelto en pañales y sorbiendo la mamadera. Recién promediamos la estación primaveral y los anticipos del inclemente verano con que nos obsequiará la madre naturaleza ya son perceptibles con temperaturas superiores a los 40º, incluso en la capital y distritos del Gran Asunción, y ni hablar del caliginoso Chaco.

 Por Cándido Silva

 El asunto todavía se halla envuelto en pañales y sorbiendo la mamadera. Recién promediamos la estación primaveral y los anticipos del inclemente verano con que nos obsequiará la madre naturaleza ya son perceptibles con temperaturas superiores a los 40º, incluso en la capital y distritos del Gran Asunción, y ni hablar del caliginoso Chaco.

A las bochornosas jornadas estivales que estoicamente soportamos en la  semana inicial de noviembre en curso, se complementó, cual agravante del sofocante calor, los picos de consumo de electricidad que provocaron el desplome del sistema de provisión del fluido energético surtido por la ANDE, percances que dejaron materialmente a oscuras y a merced de la luminiscencia del firmamento cósmico a decenas de millares de hogares de la ciudad y el campo, por varias horas, incluso días en algunos barrios y localidades.

Aclaremos en este punto que las averías ocasionadas a los generadores y torres de transmisión por las furibundas borrascas, escapan habitualmente al control humano; no obstante, ciertas previsiones adoptadas a tiempo bien podrían aminorar los estropicios ocasionados por las tormentas.

Prosiguiendo, afirmamos que la cuestión aún está arropada con lienzos infantiles y succionando la ubre artificial, porque lo más desapacible del estío lo vivenciaremos no ahora ni en diciembre venidero, sino entre enero y febrero del año entrante, lo que no es ninguna novedad para nadie que nace, crece, se reproduce y se procura el sustento en la tórrida heredad de los guaraníes.

La novedad es que esas intempestivas y alarmantes interrupciones del servicio de energía eléctrica, los impopulares apagones, se dieron con una asiduidad muy superior comparativamente a similares periodos de años precedentes.

Los expertos de la ANDE desempolvaron, y continuaran desempolvando, la trillada explicación con que tientan aplacarnos en circunstancias como estas: que la gente usa en demasía la electricidad, particularmente los acondicionadores de aire, que los mantienen en funcionamiento prácticamente las 24 horas del día, que la proliferación descontrolada de los climatizadores conspira contra la estabilidad de la red que no tolera tanta demanda, etc.

Eso en cuanto a los técnicos, pero los políticos de la situación, los gerifaltes del oficialismo de turno, alegremente –mera coincidencia con el apellido del ministro del ramo- esquivan el molestoso fardo y trasladan el débito de estas peripecias a los gobiernos colorados, sindicándoles como responsables exclusivos de las penurias que sufre la población, fundamentalmente aquellos compatriotas que comercializan productos perecederos como carnes y sucedáneos y variedades de lácteos, que requieren de refrigeración permanente o exponen la mercadería a la corrupción unida al consiguiente daño económico que acarrean los abominables cortes de luz.

Declaran, en su descargo y cual burda excusa, que las líneas de suministro de la energía eléctrica conectadas a las dos grandes usinas ya no abastecen la necesidad creciente de los usuarios, pero tampoco emprenden nada tangible para subsanar la caótica realidad, y se limitan a enunciar teorías, proferir lamentos e insistir en la culpabilidad de los regimenes republicanos.

Con especial saña bombardean al gobierno del general Alfredo Stroessner, olvidando deliberadamente que fue en esos decenios de claroscuros que el Paraguay nació a la modernidad con la construcción de las imponentes hidroeléctricas de Itaipú y Yacyreta, la primera hasta hace poco la mayor del planeta.

Y nobleza obliga admitir, aunque lastime, que las administraciones coloradas que sucedieron al longevo caudillo castrense también aportaron su cuota de  afrentas al  mandatario depuesto en febrero de 1989, pese a que muchos de ellos, entre los que se encuentran numerosos miembros de la oposición de entonces, amasaron y acrecentaron colosalmente sus fortunas en épocas de la denominada dictadura.

Retomando el tema, advertimos gratuitamente al presidente Fernando Lugo y a sus cerebrales consejeros que la sociedad nacional ya no se conforma, es más rechaza, la ajada y estulta cantinela de atribuir a gobiernos anteriores el pecado de la propia ineptitud.

Si el jefe de Estado y sus sesudos consultores no contemplan medidas rápidas y eficaces dirigidas a solucionar, o por lo menos paliar, el desbarajuste energético que dramáticamente se aproxima cual siniestro meteoro, es probable que presenciemos, en los meses más rigurosos de la canícula, el apagón de la Alianza Patriótica para el Cambio, efecto de una insurrección perpetrada no por las armas convencionales del Ejército o de grupos paramilitares, ni siquiera echando mano al expediente constitucional del juicio político, sino por un verano golpista que desnudará y expondrá a la vergüenza pública las impericias, incurias y gansadas de un proyecto político aventurero y ladino.-

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