UNA PROPUESTA ETICA


Feliz y oportuna la idea de nuestro director de proponer al ingeniero Carlos Romero Pereira en el rol de nexo entre los principales actores políticos del Partido Colorado. Es que se torna imperiosa la irrupción en el proscenio republicano de por lo menos una sobresaliente individualidad ajena al fragor de las disputas domésticas. Alguien con autoridad moral irrebatible que concite el respeto de sus correligionarios. Alguien con sobrados valores éticos para ganarse la confianza de sus potenciales interlocutores. Alguien de evidenciada capacidad intelectual para promover acercamientos. Alguien de probada fortaleza espiritual para sortear escollos y aglutinar a las diversas vertientes.

 Por Cándido Silva

 

 

El Ing. Romero Pereira exhibe las credenciales partidarias y los pergaminos personales exigidos para asumir retos de tan espinoso temperamento como  el transformar la heterogeneidad movimentista en homogeneidad institucional, sin que por ello se renuncien a proyectos electoralistas y al legítimo derecho de competir por cargos sometidos al veredicto popular en las urnas.

A lo largo de su dilatada carrera pública transitada con honor, decencia y firmeza de carácter propios de su esclarecida alcurnia, el Ing. Romero Pereira enalteció en pensamiento y obra la eminente estampa de su señor padre, el arquitecto Tomás Romero Pereira, de perpetua memoria, ex jefe de Estado y ex presidente del Partido Colorado en aquellos infaustos años de la guerra del Chaco.

Soy y seguiré siendo profundo admirador del Ing. Romero Pereira. Bien vale la ocasión para evocar el coraje cívico y la entereza ciudadana que hiciera gala cuando en defensa de sus íntimas e íntegras convicciones osó desafiar el poder omnímodo del general Alfredo Stroessner, allá por mediados de la década del 80 del siglo pasado, época en que ocupaba una banca en el Consejo de Estado, organismo que operaba con facultades legislativas durante el receso parlamentario, y al que dimitiera en ofrenda de fidelidad a su conciencia rectilínea.

¡Que temeridad sin par la suya! ¡Que varonil certificación de bizarría!, ensalzada en secreto incluso hasta por los jerarcas más prominentes del régimen, aunque en público no ahorraban epítetos para escarnecer al “desertor”.

En no pocas circunstancias connotados sectores del Partido Colorado sugirieron formalmente su nombre no solo para la titularidad de la Junta de Gobierno sino para la misma primera magistratura de la Nación, y últimamente para la Vicepresidencia de la República, cabal demostración del pláceme que despertaba su límpida trayectoria ornada con testimonios de intransigente devoción a la verdad ortodoxa, aquella desprovista de los afeites de la mojigatería falsaria.

A inicios del 2004, tuve la honda satisfacción de ser convocado a instancia de nuestro director para desempeñarme al frente de la Jefatura de Prensa del Ministerio de Defensa Nacional. Recuerdo vívidamente que una mañana del mes de enero de ese año, a días de prologar mis actividades en esa Secretaría de Estado, el Dr. Bergonzi me cita en su despacho y me anuncia: “Silva, vamos  te voy a presentar al ministro; ya  le hablé largamente acerca de tus cualidades en el periodismo. Le informé asimismo que colaboraste muy de cerca conmigo desde tu cargo de jefe del área Política del Diario Patria y como asistente periodístico en la Asesoría de Prensa y Comunicación Social de la Presidencia de la República”.

De inmediato, nos trasladamos a las oficinas del gabinete ministerial donde ya nos aguardaba el Ing. Romero Pereira. Tras saludar al Dr. Bergonzi con la calidez proverbial de la sólida y añosa amistad que los une, se dirige a mí, manifestándome: “Encantado de conocerte Silva; Osvaldo me habló muy bien de vos y estoy seguro que cumplirás acertadamente con tu cometido”. A lo que respondo: “Señor Ministro, me honra conocerlo personalmente; soy un ferviente admirador suyo, y tenga por un hecho que no los defraudaré a Usted y al Dr. Bergonzi”.

Que el gentil lector excuse el relato de este episodio particular; no obstante, deseaba poner de resalto que en ese espacio de tiempo que trabajé en el referido Ministerio, me cupo constatar en terreno las virtudes del Ing. Romero Pereira, esa vez en su  condición de miembro del Ejecutivo nacional encabezado por el doctor Nicanor Duarte Frutos.

Es vasto, ciertamente, el horizonte de hombres prominentes en la ANR, todos ellos competentes para liderar una mesa de concertación entre afiliados de diferentes corrientes internas; empero, la eventualidad de que el Ing. Romero Pereira se constituya en el puente que conecte a los grupos fraternos accidentalmente antagónicos, es una hipótesis plausible digna de ser considerada con la prontitud y seriedad que el caso amerita, más todavía atendiendo que él expresó su conformidad.

Una Propuesta Ética, la formulada por nuestro director, reeditando el título del libro publicado por el Ing. Romero Pereira en 1987, en el que realiza una completa y veraz descripción del acontecer nacional en todos los órdenes, ofreciendo respuestas atinadas y aplicables para entonces.

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